El cachorro de foca británico podría ser el más longevo del mundo

En el Santuario de Focas de Cornualles, en el suroeste de Inglaterra, se celebró el pasado sábado el 50 cumpleaños de Sheba, una foca gris que ha superado con creces la esperanza de vida de su especie en estado salvaje y podría ser la más longeva en cautiverio.

Sheba fue rescatada en septiembre de 1974 por Ken Jones en una playa de Cornualles, presentando una lesión en la cabeza y una infección en los ojos. Junto a su esposa Mary, la pareja se encargó de cuidar a Sheba y a otras focas en su piscina en el hogar familiar.

Con el paso del tiempo, la operación de rescate creció y se trasladó al río Helford en la aldea de Gweek, llegando a rehabilitar más de 70 crías de foca al año. A pesar de su pérdida de visión, Sheba se convirtió en la favorita de todos en el santuario, superando en longevidad a sus compañeros.

El personal del santuario atribuye la longevidad de Sheba a los avances en medicina veterinaria y al cuidado continuo que ha recibido a lo largo de los años. Mientras que en la naturaleza las focas suelen vivir entre 25 y 30 años, en cautiverio las hembras pueden llegar hasta los 40 años y los machos hasta los 30 años.

Según los estudios realizados en el santuario, se cree que Sheba es la foca más longeva en cautiverio hasta la fecha, superando a Spook, un macho de foca gris nacido en el Acuario de Nueva York en 1965, que falleció semanas antes de cumplir 45 años en 2010.

A pesar de ser muy querida por el público y los cuidadores, Sheba no es la criatura más cooperativa. Debido a que pasó sus primeros años sin entrenamiento alguno, se muestra renuente a realizar ciertas acciones como dejarse examinar la barriga, las aletas, la cola y los dientes.

En su «seal-abración», Sheba fue agasajada con una banda de música, cánticos de cumpleaños y un pastel de hielo con forma de número 50 y corazones, del cual disfrutó con gusto. Aunque es un tanto obstinada, es descrita como una foca que come cualquier tipo de pescado.

El cumpleaños número 50 de Sheba no solo es un logro para ella, sino también para todo el personal del santuario que ha formado parte de su largo viaje. Su historia demuestra cómo el cuidado adecuado y el amor pueden permitir que una foca viva mucho más allá de su esperanza de vida en un entorno seguro y protegido.