Desmitificando el mito: No hay yogur saborizado, ¡detective gastronómico lo confirma!

Hamlet, el famoso personaje de Shakespeare, pronunció una frase icónica que resuena en la mente de muchos: «Hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que su filosofía ha soñado». Aunque esta declaración ha sido objeto de intensas discusiones y debates, una teoría extravagante sugiere un escenario inesperado para estas palabras: el pasillo de yogures de un supermercado.

A medida que nos sumergimos en la variedad abrumadora de opciones de yogur en los pasillos de los supermercados, desde natural hasta azucarado, griego a endulzado, nos enfrentamos a la sensación de insignificancia existencial. Sin embargo, hay una revelación impactante: el yogur aromatizado, en realidad, no existe.

Según Laura Culleré, profesora de química analítica en la Universidad de St. George, el concepto de yogur aromatizado desafía la realidad. A pesar de que los seres humanos pueden percibir una amplia gama de sabores, en realidad solo existen cinco sabores básicos: dulce, salado, ácido, amargo y umami. Esta limitación en la capacidad de percepción de sabores plantea interrogantes sobre la autenticidad de los yogures con «sabores» como fresa, limón o coco.

El olfato, un sentido fundamental pero a menudo subestimado, también desempeña un papel crucial en nuestra experiencia sensorial del mundo. Aunque vivir sin olor es posible, privarse de esta dimensión sensorial reduce la riqueza y profundidad de nuestras vivencias.

En el caso específico del yogur, las normas de calidad dictan que existen seis tipos distintos, entre los cuales se incluye el yogur aromatizado. Sin embargo, la discusión sobre la validez de los sabores en un mundo dominado por los aromas plantea cuestiones complejas sobre la percepción sensorial y la veracidad de las denominaciones comunes.

En última instancia, la relevancia del olfato, incluso en contextos aparentemente mundanos como la elección de un yogur, destaca la importancia de reivindicar este sentido muchas veces pasado por alto. La exploración de la interacción entre sabores y aromas despierta una intrigante reflexión sobre la complejidad de nuestra experiencia sensorial y la necesidad de considerarla con mayor profundidad en nuestra vida cotidiana.