Mzia Amaghlobeli: La resistencia periodística en Georgia como reflejo de una lucha global por la libertad de prensa
En las calles de Batumi, la costa georgiana del Mar Negro se convierte estos días en el escenario de una batalla por la democracia. Mzia Amaghlobeli, fundadora de los medios independientes Netgazeti y Batumelebi, lleva meses entre rejas bajo acusaciones que organizaciones internacionales califican de "fabricadas". Su caso no es solo el de una periodista perseguida, sino el símbolo de un sistema que busca silenciar a la prensa crítica.
De la redacción a la prisión: un camino de obstáculos
Amaghlobeli, una de las voces más reconocidas del Cáucaso Sur, fue detenida en enero tras participar en una protesta pacífica contra la llamada "ley de agentes extranjeros", una normativa que equipara a ONG y medios con financiación internacional con supuestos intereses espurios. Las imágenes de su arresto —golpeada, esposada e incomunicada— dieron la vuelta al mundo. Pero lo más alarmante llegó después: un tribunal la condenó a prisión preventiva por "agresión a un agente policial", un delito que podría costarle hasta siete años tras las rejas.

Los testigos, sin embargo, desmienten la versión oficial. Grabaciones difundidas por Batumelebi muestran a Mzia siendo arrastrada por varios oficiales tras interpelar al jefe de policía local. La acusación de que actuó "bajo órdenes extranjeras" —basada en un supuesto registro de llamadas— fue ridiculizada por expertos legales. "Es un montaje para criminalizar el periodismo", declaró un portavoz del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ).
La estrategia del gobierno: ahogar las voces independientes
Georgia, otrora considerada un faro democrático en la región, ha retrocedido drásticamente en libertades. Según el Índice Mundial de Libertad de Prensa 2025, el país cayó al puesto 114, por detrás de naciones como Guatemala o Kuwait. Las tácticas son conocidas: multas arbitrarias, censura encubierta y procesos judiciales interminables.
El caso de Amaghlobeli ejemplifica esta ofensiva. "No es casualidad que la hayan elegido a ella", explica una colega anónima. "Mzia construyó medios creíbles, vinculados a la gente. Por eso el régimen necesita hacer un escarmiento". La periodista, de 50 años, ha pagado un precio alto: una huelga de hambre de 38 días le ha dejado secuelas irreversibles, incluyendo pérdida de visión y movilidad.
Solidaridad internacional: ¿un rayo de esperanza?
En junio, durante el festival ZEG en Tiflis, la premio Nobel de la Paz Maria Ressa comparó la situación georgiana con la que vivió en Filipinas: "Es el mismo guion: primero te difaman, luego te quitan los recursos y al final te encarcelan". Juristas como Caoilfhionn Gallagher, experta en derechos humanos, subrayan la urgencia de presiones diplomáticas: "Europa debe actuar antes de que sea tarde".
Mientras, en Batumi, los colegas de Mzia intentan mantener vivos sus proyectos. Una campaña de crowdfunding busca cubrir los costos legales y médicos, pero el mensaje es claro: "No pedimos limosnas, sino aliados. Esto no es solo por Georgia, sino por todos los países donde la prensa está en peligro".
El juicio definitivo de Amaghlobeli está previsto para octubre. Para entonces, el mundo sabrá si Georgia sigue siendo capaz de defender sus instituciones o si, como advierten los analistas, se ha convertido en otro eslabón de la ola autoritaria que avanza por Europa del Este.
Este reportaje se basa en testimonios de fuentes locales, documentación judicial y seguimiento de medios independientes georgianos. Los nombres de algunos interlocutores se han omitido por seguridad.

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