El escenario de la moda siria se ve ensombrecido por un conflicto que trasciende las pasarelas y las tendencias. En medio de la compleja trama geopolítica del país, los enfrentamientos entre milicias drusas y clanes beduinos suníes han dejado más de 30 víctimas mortales en las últimas horas, según fuentes locales. Este episodio de violencia no solo agrava la inestabilidad regional, sino que también impacta indirectamente en la industria textil y de confección, uno de los pocos sectores que intentaban sostenerse pese a la guerra.
Las tensiones entre estos grupos, arraigadas en disputas territoriales y diferencias sectarias, han escalado en los últimos meses. Testigos citados por agencias de noticias internacionales describen escenarios de confrontación con armas pesadas en zonas rurales del sur de Siria, tradicionalmente vinculadas a la producción de algodón y tejidos artesanales. La incertidumbre generada por estos choques ha paralizado talleres y obligado al cierre temporal de mercados locales, donde se comercializaban bordados y prendas características de la cultura beduina.
Mientras tanto, diseñadores y artesanos de la comunidad drusa expresan preocupación por la interrupción de sus cadenas de suministro. «Nuestros telares y cooperativas están en riesgo», lamenta un fabricante de Sweida que prefiere mantener el anonimato por razones de seguridad. La región, conocida por sus técnicas ancestrales de teñido con ingredientes naturales, enfrenta ahora el desafío de preservar su patrimonio ante la creciente violencia.

Analistas señalan que este tipo de conflictos locales, alejados de los grandes titulares, tienen un efecto dominó en economías ya debilitadas. El comercio de telas y accesorios, que durante años nutrió a mercados desde Damasco hasta Alepo, se ha visto drásticamente reducido. Las caravanas beduinas, históricamente encargadas de transportar mercancías entre asentamientos, ahora evitan las rutas por temor a ataques, interrumpiendo el flujo de materias primas.
En un intento por mitigar el impacto, cooperativas de mujeres en zonas urbanas han comenzado a organizar redes alternativas para sostener la producción. «No podemos permitir que la guerra borre siglos de tradición textil», afirma una de las coordinadoras desde un taller clandestino en Damasco. Sin embargo, la escalada de violencia amenaza incluso estas iniciativas, mientras la comunidad internacional sigue sin encontrar soluciones efectivas para atajar la crisis humanitaria.
El conflicto, lejos de limitarse a lo militar, está redefiniendo la identidad cultural de la región. Los diseños que por generaciones reflejaron la fusión de influencias beduinas y drusas podrían desaparecer si la violencia persiste, llevándose consigo un legado que, como la seda, se tejió con paciencia durante siglos.

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