La temporada actual de la WNBA podría tener su epílogo más significativo lejos de las canchas. La liga y su sindicato de jugadoras, la WNBPA, han iniciado las negociaciones para un nuevo convenio colectivo (CBA). Este documento fundamental establece las bases de la competición, definiendo aspectos cruciales como el límite salarial, el tamaño de las plantillas, los criterios de elegibilidad y la extensión de la temporada, entre otros muchos. La decisión de la WNBPA, tomada en octubre, de dar por finalizado el acuerdo vigente al concluir la presente campaña, dos años antes de lo pactado inicialmente, marca el inicio de este proceso.
El CBA, acordado en enero de 2020, ha sido la piedra angular del notable crecimiento de la WNBA en el último quinquenio. Este periodo ha sido testigo de récords de audiencia televisiva para la temporada regular y cifras sin precedentes en la venta de productos relacionados con la liga. Tras la temporada 2024, la WNBA ha suscrito nuevos acuerdos de retransmisión que auguran un incremento sustancial en sus ingresos.
Paralelamente, la WNBA experimenta su primera expansión en 17 años. Las Golden State Valkyries se sumarán a la competición esta temporada, seguidas por dos equipos más (Toronto Tempo y una franquicia de Portland aún sin nombre) en 2026. Una decimosexta franquicia está en el horizonte, destinada a romper el récord de cuota de entrada establecido por los propietarios actuales.

En este escenario de crecimiento, la WNBPA, liderada por su presidenta Nneka Ogwumike, busca un CBA que califica de «transformador». Según declaraciones recogidas por medios americanos, Ogwumike afirma: «Esta liga se está transformando. Como asociación de jugadoras, queremos evolucionar con ella y que eso se refleje en cómo se cuida a las jugadoras y en cómo nuestras protecciones no se ven superadas por la evolución de esta liga».
Terri Carmichael Jackson, directora ejecutiva de la WNBPA, comparte esta visión. Afirma que, revisando los acuerdos anteriores, se percibe que las jugadoras se veían obligadas a mostrar «gratitud solo por tener una liga». Considera que esta mentalidad se superó en 2020 y que la dirección actual de la WNBPA es consciente del impulso existente, que debe ser aprovechado. Jackson subraya: «El objetivo declarado para un CBA en 2026 es transformador. Nuestra esperanza es que la liga y los equipos persigan el mismo objetivo. En el deporte femenino, es particularmente cierto que cuando las jugadoras ganan, ganan todos».
Las conversaciones exploran diversas áreas críticas para el futuro de la organización, buscando un equilibrio entre las aspiraciones de ambos frentes para consolidar el auge de la WNBA en el panorama deportivo global.
Uno de los puntos focales en las negociaciones concierne a la «priorización». Esta norma, fundamental en el último CBA, exige que las jugadoras se incorporen puntualmente a los campos de entrenamiento, anteponiendo sus compromisos con la WNBA a los de ligas extranjeras. Las fuentes cercanas a los propietarios sugieren que es improbable que esta exigencia se flexibilice en el nuevo acuerdo. Aunque existen excepciones, principalmente para jugadoras jóvenes que se desarrollan en el extranjero y para la participación en selecciones nacionales, la posición de la liga es firme. Mantener la priorización, según propietarios, confiere mayor prestigio a la WNBA y ha impulsado a otras competiciones y eventos de la FIBA a ajustar sus calendarios para evitar conflictos.
Por su parte, las jugadoras buscan que la primacía de la WNBA se gane mediante la mejora de las condiciones salariales, convirtiéndola en el destino preeminente para las mejores talentos del baloncesto mundial. La máxima salarial sigue siendo una de las principales demandas. En la última negociación, se logró un aumento considerable, elevando los salarios máximos para las estrellas de 117.500 dólares en 2019 a 215.000 en 2020, con un incremento del límite salarial por equipo superior al 30%. Con el notable crecimiento de los ingresos, se espera un incremento aún mayor. Algunas estimaciones apuntan a la posibilidad de que los salarios máximos alcancen el millón de dólares, lo que supondría un aumento aproximado del 300% sobre el supermáximo actual y un límite salarial por equipo en el rango de los 4 a 5 millones de dólares.
Otro tema crucial para las deportistas es el reparto de ingresos. Asegura la presidenta de la WNBPA que, más allá de la cifra, lo esencial es el sistema: «crear una nueva estructura salarial que no nos limite como en el pasado». Los dos últimos convenios contemplaban objetivos de reparto de ingresos que, de cumplirse, habrían aumentado el límite salarial, pero estos nunca se alcanzaron. La estructura de estos objetivos, fijada antes de la pandemia y con metas acumulativas desde 2020, dificultó su consecución, incluso con el aumento de la venta de entradas el año pasado.
El transporte en vuelos chárter es otra reivindicación innegociable para las jugadoras. Implementado experimentalmente en mayo pasado hasta la temporada 2025, se ha convertido en un punto de negociación clave. Nneka Ogwumike considera que esta mejora es fundamental para la salud y seguridad de las jugadoras y que debe ser un elemento «fundacional» de su experiencia profesional, no una medida temporal.
En cuanto a las demandas de los propietarios, además de la ratificación de la priorización, se prevé que insistan en la estabilidad de las reglas del draft anual, el mantenimiento de un límite salarial estricto y la designación de jugadoras franquicia. Estos mecanismos buscan preservar la equidad entre los equipos y su capacidad para retener a sus figuras. La intención de la unión de jugadoras de suavizar el límite salarial podría generar fricciones significativas en las negociaciones.
Sin embargo, los propietarios podrían mostrar una mayor disposición para ajustar las cláusulas de reparto de ingresos, haciendo los objetivos económicos más realistas y alcanzables para las jugadoras. Otra área de flexibilidad podría ser el manejo de las jugadoras lesionadas, tanto a corto como a largo plazo, y cómo esto impacta la competitividad de los equipos. Tradicionalmente percibidos como el «lado duro» de las negociaciones laborales, fuentes cercanas sugieren que los objetivos de propietarios y jugadoras no están tan distantes.
Un punto de debate interesante, si bien atípico, es la participación de dos miembros del comité ejecutivo de la WNBPA, Napheesa Collier y Breanna Stewart, como fundadoras de Unrivaled, una liga profesional de 3 contra 3. Aunque Unrivaled se presenta como complemento y no rival de la WNBA, surge la pregunta sobre un posible conflicto de interés. La directora ejecutiva de la WNBPA, Terri Carmichael Jackson, asegura que no existe tal preocupación entre los miembros del sindicato. Jackson enfatiza que Unrivaled, al lograr acuerdos de retransmisión, patrocinadores y pagar salarios notables, ha demostrado el potencial aún inexplorado en el deporte femenino y ha enviado un mensaje contundente a la liga.
Más allá de los puntos en negociación, hay áreas que, según expertos, deberían ser incluidas en el nuevo CBA. Un ejemplo es el tamaño de las plantillas. Limitadas a 12 jugadoras desde 2014, se considera que este número es insuficiente, especialmente a medida que la liga se expande y la temporada se extiende, como ocurre este año con un récord de 44 partidos. Equipos que optan por tener 11 jugadoras para maximizar el gasto por puesto se exponen a quedar con menos de diez jugadoras activas debido a lesiones o compromisos internacionales. La presidenta de la WNBPA ha experimentado temporadas con solo ocho jugadoras disponibles, una situación que considera impropia de una liga profesional. Se sugiere un aumento razonable, quizás a 13 jugadoras, y la incorporación de una lista de lesionadas efectiva para mantener a las jugadoras dentro del sistema y evitar recurrir a un «grupo» de jugadoras a la espera de ser llamadas.
Las reglas de elegibilidad para el draft también podrían requerir una revisión y simplificación. Tal como están, permiten que tanto universitarias senior como junior mayores de 22 años o próximas a graduarse se declaren elegibles, mientras que las jugadoras internacionales lo son a partir de los 20 años. Se propone un sistema similar al del béisbol universitario en Estados Unidos, donde los jugadores son elegibles después de su tercer año o al cumplir 21, lo que ocurra primero. Esto mantendría a las jugadoras en la universidad al menos tres años, eliminando la disparidad de elegibilidad actual basada meramente en la fecha de nacimiento. El impacto financiero de los acuerdos de Nombre, Imagen y Semejanza (NIL) en el baloncesto universitario podría alentar a muchas jugadoras a completar sus cuatro años de elegibilidad de todos modos.
La diferencia fundamental en la estructura entre los convenios colectivos de la NBA y la WNBA radica en el estricto límite salarial de esta última, más comparable al de la NFL. La NBA, con su «soft cap» y un complejo sistema de excepciones y un impuesto de lujo, ofrece mayor flexibilidad a los equipos. Aunque replicar el intricado sistema de la NBA no se considera viable ni necesariamente deseable, las oficinas de los equipos de la WNBA, ahora más especializadas en la gestión de plantillas, buscan una mayor capacidad de maniobra. La inclusión de opciones de equipo y jugadora en los contratos, similar a la NBA, sería un cambio relativamente sencillo que facilitaría una mejor gestión de los recursos y podría dinamizar el mercado de traspasos a mitad de temporada.
Finalmente, la posibilidad de un paro laboral, aunque no deseada, está presente en las conversaciones. Declaraciones de jugadoras clave como Napheesa Collier sugieren que se están preparando para cualquier escenario, enfatizando la necesidad de defender sus derechos y lo que consideran merecer. Aunque la esperanza es que las negociaciones concluyan a tiempo para la temporada 2026, la planificación para contingencias se considera indispensable. Existe un precedente de negociaciones extensas, como en 2014, que pospusieron el inicio de la agencia libre. La particularidad de este año, con la necesidad de celebrar un draft de expansión antes de la agencia libre, podría incentivar la consecución de un acuerdo más temprano que en convenios pasados. Desde el primer CBA en 1999, se han firmado cinco acuerdos, con la negociación de 2003 siendo la más ajustada en el tiempo, llegando a amenazarse con la cancelación de la temporada. La experiencia de figuras como Coquese Washington, primera presidenta de la WNBPA, en las primeras negociaciones, resalta la importancia de añadir लगातार mejoras para las jugadoras. Avances como la atención médica durante todo el año y la baja por maternidad, incorporados en acuerdos tempranos, demuestran la evolución constante de lo que significa ser una jugadora profesional en Estados Unidos.

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