Un reciente hallazgo astronómico ha dejado perplejos a los científicos: se ha descubierto el mayor chorro jamás producido por un agujero negro, el cual emite miles de millones de veces más energía que el sol. Este colosal chorro, bautizado como Porfirión, se extiende a lo largo de 23 millones de años luz, lo que equivale a aproximadamente 140 veces el diámetro de la Vía Láctea. Este descubrimiento desafía las concepciones previas sobre la longitud máxima que pueden alcanzar este tipo de estructuras en el universo.
El nombre Porfirión hace referencia al gigante de la mitología griega, y es significativo porque cuestiona la idea establecida de que los chorros de los agujeros negros sólo podían llegar a unos 5 megapársecs de longitud. De hecho, el anterior poseedor del récord, la estructura Alcioneo, aún mantiene su lugar como la más larga conocida, siendo aproximadamente 100 veces más extensa que nuestra propia galaxia.
Este fenómeno cósmico se encuentra a una impresionante distancia de 7.500 millones de años luz de la Tierra, lo que significa que lo que observamos en realidad ocurrió hace miles de millones de años. Los astrónomos apuntan que este descubrimiento podría tener implicaciones significativas en la evolución de las galaxias, ya que los chorros de energía emitidos por los agujeros negros pueden impactar en el crecimiento y desarrollo de las galaxias circundantes, incluida la nuestra.
Para poder estudiar en detalle la estructura y sus componentes, los científicos utilizaron múltiples observatorios ubicados en diversas partes del mundo. Desde el radiotelescopio LOFAR en los Países Bajos, hasta el Radiotelescopio de Ondas Metálicas Gigantes en India y el Observatorio WM Keck en Hawaii, se realizaron observaciones exhaustivas que permitieron a los investigadores estimar la magnitud y alcance de esta impresionante formación cósmica.
La importancia de comprender estas estructuras radica en la posibilidad de desentrañar secretos sobre los agujeros negros, objetos celestes tan misteriosos como fascinantes. Asimismo, este tipo de descubrimientos nos brindan la oportunidad de ahondar en el funcionamiento de las galaxias en la inmensa red cósmica, revelando información invaluable sobre la interacción entre estos cúmulos de materia en el universo.
En palabras de Martijn Oei, coautor del estudio, «Es posible que estemos viendo la punta del iceberg». Este descubrimiento plantea nuevas preguntas y desafíos que podrían abrir nuevos horizontes en la comprensión del cosmos y su funcionamiento. Con este tipo de hallazgos, la ciencia se acerca cada vez más a desvelar los enigmas del universo y su vasta red cósmica.
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