Redacción - El Semanal
El cargo de Secretario General de las Naciones Unidas es ampliamente considerado como uno de los más exigentes y difíciles del mundo, como lo señaló Trygve Lie, el primer Secretario General de la ONU, al describirlo como «el trabajo más imposible de la Tierra». A lo largo de la historia contemporánea, ha atraído a destacados funcionarios de alto nivel de diferentes países, como Boutros Boutros-Ghali, Ban ki-moon y el actual Secretario General, Antonio Guterres.
A pesar de su título, el Secretario General es ante todo el Oficial Administrativo Jefe de la ONU, virtualmente subordinado a 193 líderes políticos, incluidos presidentes, primeros ministros, monarcas reinantes, ministros de Relaciones Exteriores e incluso embajadores de la ONU. Sin embargo, carece de medios para implementar las resoluciones de la ONU o de un ejército permanente para hacer cumplir dichas resoluciones.
En la actualidad, el Secretario General Guterres se ha enfrentado a críticas, especialmente por parte de políticos y altos funcionarios de Israel, que han solicitado su renuncia e incluso lo declararon persona non grata, prohibiéndole la entrada a Israel. Esta situación pone de manifiesto las limitaciones de poder y recursos financieros a las que se enfrentan los Secretarios Generales de la ONU, como destacó el ex Subsecretario General de la ONU, Anwarul K. Chowdhury.
Además, se ha planteado la cuestión del papel de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad con derecho a veto, que influyen en todos los ámbitos de trabajo de la ONU, incluida la elección del Secretario General. Ian G. Williams, Presidente de la Asociación de Prensa Extranjera de EE. UU., ha señalado que es necesario poner fin al poder de veto, ya que afecta no solo las decisiones del Consejo de Seguridad, sino también todo el trabajo de la ONU.
En opinión del Embajador Chowdhury, es fundamental revisar la credibilidad operativa de la ONU y, si es necesario, enmendar la Carta de la ONU para adaptarse a los desafíos de la complejidad global y la politización intergubernamental paralizante. Sugiere que la elección del próximo Secretario General en 2026 debería recaer en una mujer y que el mandato del Secretario General debería limitarse a un solo período de siete años, en lugar de renovarse automáticamente por un segundo mandato de cinco años.
En definitiva, la posición de Secretario General de la ONU es sin duda una de las más desafiantes y complejas del mundo, con limitaciones significativas en términos de poder y recursos, lo que plantea importantes interrogantes sobre el futuro de la organización y la necesidad de reformas para fortalecer su eficacia y relevancia en un mundo en constante evolución.
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