La música perdió a uno de sus grandes genios con el fallecimiento de Lalo Schifrin, el compositor argentino cuya obra trascendió géneros y fronteras. A los 93 años, el creador del icónico tema de Mission: Impossible dejó un legado que abarcó desde el jazz hasta las bandas sonoras de cine, pasando por la música clásica y el tango.
Schifrin, nacido en Buenos Aires en 1932, fue un artista de una versatilidad poco común. Formado en el conservatorio y con raíces en el jazz —fue pianista de Dizzy Gillespie—, su estilo se caracterizó por una fusión de sonoridades que incluían ritmos latinos, arreglos orquestales sofisticados y una atmósfera cinematográfica inconfundible. Su carrera en Hollywood lo llevó a ser nominado al Oscar en seis ocasiones, aunque él siempre restó importancia a los premios. "Mi prioridad es seguir creando", declaró en 2019, cuando recibió un galardón honorífico de la Academia.
Entre sus obras más célebres destacan las partituras de Bullitt, El hombre de Cincinnati y Cool Hand Luke, filmes que definieron una época y demostraron su capacidad para adaptar la música a las necesidades narrativas. Sin embargo, fue el tema de Mission: Impossible, con su ritmo trepidante y su melodía inolvidable, el que lo convirtió en un nombre reconocido globalmente. La pieza, compuesta en 5/4, rompió con las convenciones de las series de televisión y se mantiene como un referente décadas después.

Más allá del cine, Schifrin cultivó una prolífica carrera en la música clásica y el jazz. Dirigió orquestas en todo el mundo, grabó discos con figuras como Astor Piazzolla —de quien fue cercano colaborador— y exploró fusiones entre géneros en proyectos como Jazz Meets the Symphony. Su inquietud por experimentar nunca decayó. "Cuanto más aprendo, más me doy cuenta de lo que ignoro", solía decir.
Su influencia se extiende a generaciones posteriores. Bandas como Portishead y Saint Etienne han reconocido su deuda con el sonido elegante y evocador de Schifrin, cuyas composiciones trascienden el tiempo. Pese a su larga trayectoria, el músico nunca perdió la curiosidad ni la humildad. "La música no necesita subtítulos", afirmó en una de sus últimas entrevistas. "Es un lenguaje universal".
Schifrin deja una obra vasta y diversa que seguirá resonando, tanto en las salas de conciertos como en la memoria colectiva de quienes crecieron con sus melodías. Un legado que, como él mismo hubiera preferido, se mide no en premios, sino en notas que perduran.
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