El líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, ha reiterado en un reciente discurso la negativa del grupo a desarmarse mientras Israel mantenga su presencia militar en el sur del Líbano. La declaración surge en un momento de creciente tensión en la región, donde los ataques transfronterizos entre ambas facciones se han intensificado en las últimas semanas.
«La resistencia no depondrá las armas hasta que el último soldado israelí abandone nuestro territorio», afirmó Nasralá en un mensaje televisado, en el que también advirtió sobre posibles represalias si continúan los bombardeos sobre áreas civiles en suelo libanés. Este posicionamiento refuerza la postura histórica del movimiento chií, considerado organización terrorista por varios países occidentales, pero con arraigo político y social en el Líbano, donde participa activamente en el gobierno.
Analistas regionales señalan que la escalada actual podría desestabilizar aún más la frágil tregua que se mantenía desde el conflicto de 2006. Mientras tanto, fuentes cercanas a las negociaciones internacionales sugieren que la mediación de potencias como Estados Unidos y Francia ha encontrado obstáculos debido a las demandas contradictorias de ambas partes.

Por otro lado, el Ejército israelí ha asegurado que sus operaciones en la zona responden a la necesidad de contrarrestar amenazas específicas de grupos armados, entre ellos Hezbolá. «No buscamos una guerra ampliada, pero no permitiremos que nuestras fronteras queden expuestas», declaró un portavoz militar en Tel Aviv.
El sur del Líbano sigue siendo un polvorín geopolítico donde convergen intereses locales y globales. La comunidad internacional observa con preocupación cómo cada declaración puede acercar a la región a un nuevo conflicto abierto, con consecuencias impredecibles para la ya golpeada población civil.

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