Ejército de Filipinas neutraliza a siete insurgentes comunistas en un nuevo brote de violencia
En un operativo realizado este domingo en una provincia central de Filipinas, fuerzas militares abatieron a siete guerrilleros del Nuevo Ejército del Pueblo (NPA), brazo armado del Partido Comunista de Filipinas. Según fuentes castrenses, el enfrentamiento se produjo durante una incursión en una zona rural conocida por ser bastión de la insurgencia, y las tropas continúan persiguiendo a un grupo reducido de rebeldes que logró huir.
Este episodio marca otro capítulo en un conflicto que lleva activo más de medio siglo y que, pese a los esfuerzos de Manila por sofocarlo, sigue cobrando vidas y desplazando comunidades. Las autoridades aseguran que la guerrilla, aunque debilitada en los últimos años, mantiene pequeñas células operativas en regiones apartadas, donde aprovecha la pobreza y la marginalización para reclutar a jóvenes.

El gobierno filipino ha reiterado su postura de no ceder ante las demandas de los insurgentes, apostando en cambio por una estrategia combinada de acciones militares y programas de reintegración. Sin embargo, organizaciones humanitarias han alertado sobre el impacto en civiles atrapados en el fuego cruzado, especialmente en áreas rurales donde la presencia estatal es limitada.
Analistas señalan que la persistencia de la insurgencia refleja problemas estructurales no resueltos, como la desigualdad y la falta de desarrollo en zonas agrícolas. Mientras, el NPA —clasificado como grupo terrorista por Manila y varios países— insiste en su lucha por derrocar un sistema al que acusa de servir a las élites.
El ministro de Defensa filipino calificó la operación como un "duro golpe" a la subversión, aunque admitió que la pacificación total requerirá tiempo. Mientras tanto, las comunidades afectadas claman por una solución que priorice el diálogo y la justicia social, en lugar de la escalada militar.
Con información de agencias internacionales.

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