En un movimiento sin precedentes, las autoridades de vida silvestre de Estados Unidos han anunciado un controversial plan para salvar a las especies de búhos moteados en peligro de extinción: sacrificar medio millón de búhos barrados, sus parientes invasores.
La medida, detallada en una declaración oficial publicada hace una semana, sugiere la eliminación de 500.000 búhos barrados en un período de 30 años. A pesar de la alarmante cifra, las autoridades explican que esto representa menos del 0,5% de la población de búhos barrados anualmente en el país.
La propuesta surge como respuesta a la amenaza que representa el aumento de la presencia de búhos barrados para el búho moteado del norte, una especie nativa del oeste de América del Norte en peligro debido a la competencia y la presión de las especies invasoras.
En este escenario, los búhos barrados, originarios del este de Estados Unidos, migraron hacia la costa oeste en el pasado siglo, desplazando a los búhos moteados y afectando su supervivencia en un rango del 65% al 85% en ciertas áreas entre 1995 y 2017.
La medida de sacrificar a los búhos barrados surge como un intento desesperado y polémico para salvar al búho moteado, cuyo declive ha sido atribuido en parte a políticas anteriores centradas en la protección de los bosques en los que habitaban.
La decisión ha generado controversia entre activistas por los derechos de los animales, quienes cuestionan la ética de matar a una especie para proteger a otra. El alto costo del plan, estimado en $235 millones de dólares, lo posiciona como uno de los proyectos de gestión de especies en peligro de extinción más costosos de la historia.
A pesar de las críticas, las autoridades defienden la medida como un esfuerzo necesario para prevenir la extinción del búho moteado del norte y apoyar su recuperación, señalando que la eliminación del búho barrado es fundamental según la ley de especies en peligro de extinción.
La implementación del plan, de ser aprobado, incluirá la caza selectiva de búhos barrados por francotiradores entrenados, quienes atraerán a las aves con señales auditivas y las abatirán con escopetas. La medida ha dividido opiniones y plantea un dilema ético en el esfuerzo por conservar especies en peligro de extinción.
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