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Checa explora el abuso sexual en un drama musical conmovedor

El poder de la voz y el silencio en "Broken Voices": un drama checo sobre abusos en el mundo de la música

El cine checo vuelve a abordar temáticas sociales complejas con Broken Voices (Sbormistr), la última película del director Ondrej Provaznik, presentada en el Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary. Inspirada en hechos reales vinculados al famoso coro juvenil Bambini di Praga —cuyo director fue condenado en 2008 por abusar sexualmente de decenas de adolescentes—, la cinta narra con crudeza y sensibilidad los mecanismos de poder y vulnerabilidad en el ámbito artístico.

Ambientada en los años 90, tras la caída del Telón de Acero, la historia sigue a las hermanas Karolina (Katerina Falbrova) y Lucie (Maya Kintera), dos jóvenes cantantes dispuestas a aprovechar cualquier oportunidad para escapar de las limitaciones de la recién liberada República Checa. Su entrada en un prestigioso coro, liderado por el carismático pero siniestro director Macha (Juraj Loj), se convierte en un viaje oscuro donde el talento musical se ve ensombrecido por la manipulación y el abuso.

Provaznik construye un relato desde la perspectiva de Karolina, mostrando cómo el entorno —padres obsesionados con el éxito, compañeras resentidas y un mentor que abusa de su autoridad— aplasta gradualmente su inocencia. La película evita el sensacionalismo, optando por una narrativa sobria, reforzada por el uso de grano de 16 mm, que evoca la atmósfera de la época. Destacan las escenas en un hotel de Nueva York, donde el abuso hacia Karolina se filma con un plano fijo que contrasta la violencia íntima con la indiferencia del mundo exterior.

Aunque el tema no es nuevo en el cine, Broken Voices se distingue por su enfoque en el contexto poscomunista y su crítica a las estructuras que silencian a las víctimas. Las interpretaciones, especialmente las de Falbrova y Loj, son clave: ella logra transmitir la fragilidad y resiliencia de su personaje, mientras él encarna a un depredador cuyos métodos se camuflan bajo la excusa del perfeccionismo artístico.

La música, irónicamente, es tanto un refugio como un instrumento de opresión. Las escenas corales, de una belleza casi etérea, contrastan con la realidad que viven las jóvenes. El final, donde Karolina encuentra su voz literal y metafóricamente, es un acto de resistencia que convierte la película en algo más que un drama: es un testimonio de la lucha por romper el silencio.

Con su mezcla de realismo social y sensibilidad poética, Broken Voices resuena como un eco necesario en el actual debate global sobre el abuso de poder en las industrias creativas. Su estreno en Europa podría abrir diálogos urgentes, tanto en salas de cine como en círculos artísticos.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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