El Ascenso de China y los Desafíos Geopolíticos del Siglo XXI
El escenario global está experimentando una transformación sin precedentes, donde el poder económico, tecnológico y militar de China amenaza con redefinir el equilibrio internacional. Mientras Estados Unidos y sus aliados buscan consolidar una respuesta estratégica, expertos en política exterior advierten sobre la necesidad de reevaluar los modelos tradicionales de competencia geopolítica.
En un reciente análisis publicado en Foreign Affairs, Kurt Campbell y Rush Doshi exponen cómo Pekín ha logrado acumular ventajas decisivas en sectores clave. Desde la producción de vehículos eléctricos hasta la inteligencia artificial, la capacidad manufacturera china duplica a la de Estados Unidos. Además, lidera el ranking mundial en patentes científicas y cuenta con la mayor flota naval del planeta. Estas cifras no son simples proyecciones, sino realidades tangibles que obligan a replantear la estrategia occidental.

La propuesta de Campbell y Doshi pasa por fortalecer las alianzas internacionales. En lugar de competir en solitario, Estados Unidos debería tejer una red de colaboración con socios como Japón, Corea del Sur y la Unión Europea para compartir tecnología, inversión y capacidad productiva. Este enfoque, inspirado en la política de bloques de la Guerra Fría, busca contrarrestar el peso de China mediante una coalición democrática. Sin embargo, el plan ignora dos barreras críticas: la inestabilidad política interna y la crisis climática.
Los Fantasmas del Neoliberalismo
El primer obstáculo es la erosión del consenso político en Occidente. Las consecuencias del neoliberalismo —crecimiento mediocre, desigualdad creciente y desconfianza hacia las élites— han alimentado movimientos populistas que rechazan el multilateralismo. Figuras como Donald Trump han instrumentalizado el resentimiento social para cuestionar la utilidad de las alianzas tradicionales, vistas como un lastre para los intereses nacionales. Si el péndulo político estadounidense sigue oscilando entre intervencionismo y aislacionismo, resulta difícil imaginar una estrategia de largo plazo que convenza a potenciales aliados.
Peor aún, el propio orden liberal está en tela de juicio. Cada vez más naciones, desencantadas con el liderazgo de Washington, exploran vías alternativas de cooperación regional. ¿Por qué sostener un sistema que ha perpetuado la concentración de riqueza y la inestabilidad? Esta pregunta, ausente en el análisis de Campbell y Doshi, refleja una desconexión con las demandas ciudadanas.
El Elefante en la Habitación: La Crisis Climática
El segundo punto ciego es aún más alarmante. El ensayo omite por completo el colapso ambiental como variable estratégica. La competencia desenfrenada por recursos y capacidad industrial choca con los límites ecológicos del planeta. Inundaciones, sequías y migraciones masivas ya están minando la estabilidad de los estados, un fenómeno que expertos como Michael Klare sitúan en el centro del debate geopolítico.
Una visión realista exigiría fusionar la rivalidad con China con esfuerzos coordinados contra el cambio climático. En lugar de una carrera por dominar mercados, la prioridad debería ser una transición verde global, donde incluso la colaboración con Pekín resultase indispensable. Kim Stanley Robinson, en su novela El Ministerio del Futuro, plantea un escenario donde la supervivencia depende de superar el nacionalismo cortoplacista.
Hacia un Nuevo Paradigma
La disyuntiva es clara: seguir anclados en la lógica de la Guerra Fría o adaptarse a un mundo donde el poder se mide en resiliencia ecológica y justicia social. Estados Unidos tiene la oportunidad de liderar no mediante la imposición, sino proponiendo un modelo de desarrollo sostenible que atraiga a aliados y competidores por igual. El tiempo para elegir se agota.

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