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El canto coral reúne a miles en el festival que ensalza la cultura de Estonia

El canto como resistencia: Estonia reafirma su identidad en una multitudinaria celebración

Bajo una persistente lluvia, más de 21.000 voces resonaron en los Campos del Festival de la Canción de Tallin, convirtiendo el sábado en una jornada histórica. El tradicional Laulupidu, un evento que mezcla coros, danzas folclóricas y símbolos patrios, no solo reunió a artistas y espectadores ataviados con trajes tradicionales, sino que reafirmó su papel como pilar de la identidad estonia. Con un aforo agotado semanas antes, la cita demuestra que, incluso en tiempos de incertidumbre global, la cultura sigue siendo un refugio colectivo.

Este festival, que se celebra cada cinco años desde 1869, fue clave durante la Revolución Cantada de finales de los 80, cuando los estonios —junto a letones y lituanos— desafiaron al régimen soviético con canciones que exaltaban su independencia. Hoy, en un contexto marcado por la guerra en Ucrania, el evento recupera su simbolismo como espacio de resistencia y cohesión. "Queremos sentirnos unidos, ser parte de Estonia", explicó Rasmus Puur, uno de los directores artísticos, subrayando cómo la música mitiga las divisiones.

Entre tradición y modernidad
El repertorio de esta edición incluyó desde himnos patrióticos hasta piezas contemporáneas inspiradas en dialectos regionales, un guiño a la diversidad lingüística del país. Pero el momento más emotivo llegó con "Mi patria es mi amor", una canción que en 1960 sirvió de protesta silenciosa contra la URSS y que ahora cierra cada edición. "Es un instante único: 19.000 personas cantando al unísono", confesó la directora Heli Jürgenson.

La selección de participantes no fue sencilla. Miles de coros, desde niños de seis años hasta nonagenarios, compitieron por un lugar tras meses de ensayos. Entre ellos, destaca el Coro Europeo de Estonia, formado por emigrantes como Marina Nurming, quien viajó desde Luxemburgo: "Durante la Revolución, nos liberamos cantando. Esto es mantener viva esa llama".

Un legado que trasciende fronteras
El festival, reconocido por la UNESCO en 2003 como patrimonio cultural inmaterial, refleja también la resiliencia de un pueblo. Elo-Hanna Seljamaa, profesora de la Universidad de Tartu, recuerda cómo los soviéticos intentaron instrumentalizar el evento: "Les permitían cantar en su idioma, pero era un acto de terapia y desafío". Hoy, la juventud abraza esta herencia con pasión, y quienes viven en el extranjero regresan para participar.

"Olvidamos las penas cuando cantamos juntos", resumió la vocalista Piret Jakobson. Una idea que resonó en Taavi Pentma, ingeniero y bailarín: "Respirar como uno solo". Para Kaja Kriis, residente en Alemania, es una forma de preservar sus raíces: "Estonia es mi hogar, y este festival nos une más allá de las fronteras".

En un mundo fracturado, Estonia demuestra que la cultura puede ser tanto un escudo como un puente. Y lo hace, una vez más, a través de la poderosa armonía de miles de voces.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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