Tensiones en el Sudeste Asiático: El conflicto entre Tailandia y Camboya y la crisis de la ASEAN
A finales de mayo de 2025, un enfrentamiento armado entre tropas tailandesas y camboyanas en la disputada zona de Chong Bok, cerca del emblemático templo de Preah Vihear, reavivó uno de los conflictos fronterizos más sensibles de la región. Lo que parecía una escaramuza local derivó rápidamente en una crisis política con consecuencias imprevistas, no solo para ambos países, sino también para la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), cuya inacción ha generado dudas sobre su capacidad para mediar en conflictos entre sus miembros.
La ASEAN, históricamente reconocida por su política de no injerencia y su diplomacia basada en el consenso, ha visto cómo su modelo se resquebraja frente a tensiones cada vez más complejas. En esta ocasión, la organización no logró articular ni siquiera un diálogo inicial entre las partes, lo que ha puesto en evidencia las limitaciones de su estructura. ¿Puede una entidad regional mantener su relevancia si es incapaz de actuar cuando sus Estados miembros se enfrentan?

En Tailandia, el incidente desencadenó una crisis interna. La primera ministra, Paetongtarn Shinawatra, ya debilitada por las presiones de sectores conservadores, vio cómo la filtración de una conversación telefónica privada con el ex primer ministro de Camboya, Hun Sen, alimentaba el descontento nacionalista. Sus rivales políticos utilizaron el tono conciliatorio del diálogo para tacharla de débil, lo que desembocó en protestas callejeras, la ruptura de su coalición de gobierno y, finalmente, su suspensión por parte del Tribunal Constitucional.
Mientras tanto, en Camboya, el primer ministro Hun Manet, sucesor de su padre en el poder, optó por una postura firme: desplegó tropas en la frontera, impuso restricciones comerciales y amenazó con llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia. Lo que comenzó como un incidente militar se convirtió así en una exhibición de fuerza, donde ambos gobiernos utilizaron la disputa fronteriza para reforzar su imagen ante sus respectivas bases políticas.
Lo más preocupante, sin embargo, es el silencio de la ASEAN. Frente a un conflicto que amenaza con escalar, la organización se ha limitado a emitir llamados genéricos a la moderación, sin proponer medidas concretas ni activar mecanismos de mediación. Esta parálisis no es casual: refleja una arquitectura institucional que prioriza el consenso absoluto sobre la acción. Cuando ni siquiera es posible debatir un conflicto sin la aprobación unánime, el resultado es la inercia.
El contexto geopolítico agrava la situación. Camboya ha estrechado vínculos con China en materia de defensa e infraestructura, mientras que Tailandia, sumida en la inestabilidad interna, podría buscar mayor apoyo de Estados Unidos. Si la ASEAN no logra posicionarse como mediadora, este conflicto bilateral podría convertirse en un nuevo frente de tensión entre las potencias globales.
Más allá de las estratégicas de poder, el enfrentamiento ya afecta a las comunidades fronterizas, cuyas economías dependen del comercio informal y la movilidad transfronteriza. Para muchos habitantes, las restricciones y cierres se traducen en hambre y desempleo, una realidad que rara vez se discute en las altas esferas diplomáticas.
La crisis entre Tailandia y Camboya revela una verdad incómoda: la ASEAN ya no puede limitarse a ser un club diplomático que evita los temas espinosos. Si quiere preservar su relevancia, debe reformar sus mecanismos, permitiendo acciones preventivas sin depender siempre del consenso absoluto. De lo contrario, lo que hoy es una excepción podría convertirse en la norma.

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