Gerardo Bedoya sigue imbatible como el rey de las expulsiones en la Champions League.

En una jornada reciente de la Champions League se han revelado no solo campeones y figuras destacadas, sino también un anti récord que ha llamado la atención, especialmente por su estrecha relación con el fútbol colombiano.

El tema en cuestión no se relaciona con marcas goleadoras o asistencias, sino con el récord de los jugadores que más expulsiones han recibido en la historia del torneo continental. Tres nombres resaltan entre los que han acumulado la mayor cantidad de tarjetas rojas en la competición: Sergio Ramos, Edgar Davids y Zlatan Ibrahimovic.

Sergio Ramos, representando al Real Madrid, acumuló las cuatro tarjetas rojas durante las ediciones de 2006, 2010, 2014 y 2020. Por su parte, Edgar Davids, con la camiseta de la Juventus, fue expulsado en 2001, 2002 y 2003. Finalmente, Zlatan Ibrahimovic recibió las tarjetas rojas en 2006 (con la Juventus), 2007 (con el Inter de Milán), y en 2013 y 2015 (con el PSG).

Sin embargo, ninguno de estos jugadores se acerca siquiera a Gerardo Bedoya, el colombiano que ostenta el récord de 46 expulsiones como jugador y tres más como entrenador. Para dimensionar esta cifra, se plantea que para igualar a Bedoya se deberían sumar todas las expulsiones de los actuales poseedores del récord, junto con los 13 jugadores que cuentan con tres tarjetas rojas en su historial. Aun sumando todas estas cifras, apenas se llegaría a 51 expulsiones, apenas dos más que las acumuladas por Bedoya.

En la lista de jugadores con múltiples expulsiones se encuentran nombres como Arturo Vidal, Felipe y Emre Can, verdaderos guerreros en el campo. Sin embargo, ninguno de ellos logra acercarse de manera individual al récord de Gerardo Bedoya.

Este curioso dato estadístico refleja la intensidad y la pasión que algunos jugadores ponen en el terreno de juego, aunque también puede plantear interrogantes sobre la disciplina y el control emocional de ciertos futbolistas durante los partidos. En definitiva, la noticia es un recordatorio de que, en el fútbol, la intensidad y la pasión son elementos que pueden llevar a gestas deportivas memorables, pero que también pueden resultar en tarjetas rojas y suspensiones.