Simone Biles: un legado imborrable en la gimnasia y más allá

En los Juegos Olímpicos de París, el silencio habló por sí solo. En cada competición de gimnasia, justo antes de que Simone Biles se subiera a la barra de equilibrio o iniciara su carrera en la pista de salto o adoptara su pose inicial en el suelo, el Arena Bercy caía en un silencio absoluto. Los aficionados dejaban sus teléfonos a un lado, levantaban la mirada y contemplaban sus actuaciones de la misma manera en que experimentarían una obra de arte en el Louvre: con asombro, respeto y a menudo sin comprensión.

Este año, Biles cerró sus terceros Juegos Olímpicos con una actuación electrizante, a pesar de su caída en la barra de equilibrio que la dejó sin medalla. Aunque con dos penalizaciones por salir de los límites, Simone Biles realizó su triple-doble característico de manera impecable, culminando con un aterrizaje perfecto que dejó a todos maravillados. Su última pose en la rutina del suelo se convirtió en la imagen final de una semana y media de competiciones extraordinarias para la gimnasta texana de 27 años.

Biles abandonó París con 11 medallas olímpicas, cuatro de ellas obtenidas en estos Juegos. Para algunos, estas medallas son el criterio para juzgar su legado, mientras que otros se basarán en aspectos inmedibles como el impacto que dejará en su deporte, dentro y fuera de la competición. Sin embargo, después de estos Juegos, este año, este cuatrienio reducido, no hay debate posible: sin importar la métrica utilizada, Simone Biles es la mejor gimnasta de todos los tiempos.

Incluso antes de los Juegos Olímpicos de Tokio, muchos consideraban a Biles como la mejor gimnasta de la historia. Pero desde el punto de vista estadístico, aún tenía retos por superar. Hasta París, Biles se había convertido en la gimnasta estadounidense más condecorada de todos los tiempos, habiendo conquistado ocho medallas olímpicas en total, siete de ellas de oro. Ninguna gimnasta moderna se acerca a sus logros. Solo Larisa Latynina de la Unión Soviética, con 18 medallas olímpicas entre 1956 y 1964, supera a Biles en número de medallas. Con su 11ª medalla, Simone Biles iguala a la gimnasta checa Vera Caslavska, quien se retiró en 1968.

Pero su grandeza va más allá de las medallas. Simone Biles ha revolucionado el deporte de la gimnasia con su innovación y destreza técnica. Ha sido pionera en la creación de cinco habilidades que llevan su nombre, muchas de las cuales podrían no ser intentadas nuevamente en la gimnasia femenina de los Juegos Olímpicos. Su influencia se extiende más allá de la competencia, inspirando a sus colegas a superarse a sí mismos y a desafiar los límites del deporte.

La impactante actuación de Simone Biles en París no solo se limita a su desempeño en la competición. Su compromiso con la salud mental y el bienestar personal ha sido el centro de atención, destacando la importancia de priorizar la salud por encima de la presión competitiva. Al retirarse de las finales por equipos y de casi todas las finales de aparatos en Tokio debido a los «twisties», Biles mostró valentía y autoconocimiento, abriendo la puerta a una conversación sobre la importancia de la salud mental en el deporte de élite.

A lo largo de su carrera, Simone Biles ha demostrado una resistencia y vulnerabilidad inquebrantables, compartiendo su lucha con el mundo mientras sigue persiguiendo la grandeza. Su impacto va más allá de las medallas, cambiando la cultura deportiva y sirviendo como inspiración para generaciones futuras de atletas. Sin duda, el legado de Simone Biles en la gimnasia y más allá es innegable e irrefutable.