Un académico chino-estadounidense fue declarado culpable el martes en Estados Unidos de usar su reputación como activista pro-democracia para recopilar información sobre disidentes y transmitirla al gobierno de su país de origen.
Wang Shujun, quien ayudó a fundar un grupo pro-democracia en la ciudad, vivió una doble vida durante más de una década, según los fiscales, actuando como crítico del gobierno chino para ganarse la confianza de quienes en realidad se oponían a él, para luego traicionar esa confianza informando a Beijing sobre lo que decían y planeaban.
El caso, que culminó con la sentencia en Nueva York, fue descrito por el fiscal estadounidense Breon Peace como un verdadero agente secreto al servicio del gobierno chino. A pesar de que Wang se declaró inocente, el jurado consideró que había conspirado para actuar como agente extranjero sin notificar al fiscal general, lo que podría acarrearle hasta 25 años de prisión.

Los fiscales sostuvieron que Wang actuaba como un canal encubierto para transmitir información que Beijing quería sobre los manifestantes a favor de la democracia en Hong Kong, los defensores de la independencia de Taiwán, activistas uigures y tibetanos, entre otros en EE. UU. y en otros lugares.
Durante una serie de entrevistas con el FBI entre 2017 y 2021, Wang inicialmente negó haber tenido contactos con el Ministerio de Seguridad del Estado de China, pero más tarde admitió en video que la agencia de inteligencia le pidió recopilar información sobre los defensores de la democracia, y que a veces lo hizo.
La sentencia de Wang está programada para el 9 de enero, mientras que cuatro funcionarios chinos acusados junto a él siguen prófugos. Las autoridades estadounidenses consideran este caso como parte de una lucha contra lo que denominan «represión transnacional», donde gobiernos despliegan agentes para acosar, amenazar y silenciar a críticos en el extranjero.
Por su parte, la embajada china en Washington rechaza la acusación de «supresión transnacional», afirmando que respeta la soberanía judicial de otras naciones y no interfiere en sus asuntos internos.
En este contexto, el caso de Wang pone de manifiesto las complejas relaciones entre las instituciones y los individuos que operan bajo diferentes banderas políticas, generando tensiones internacionales y cuestionando la lealtad y la transparencia de aquellos que se mueven en entornos políticos conflictivos. La sentencia de Wang promete ser un hito en la lucha contra la supresión y un recordatorio de que la diplomacia en la era moderna a menudo se desarrolla en un terreno de sombras y ambigüedades.

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