Un fenómeno desconcertante ha capturado la atención de la ciencia, iniciado en 1986 y que ahora tiene en vilo a los expertos. Un gigantesco iceberg se desprendió de la plataforma de hielo Fechner-Dragon en la Antártida occidental, permaneciendo en el fondo del océano durante cuarenta años antes de iniciar su movimiento. Este iceberg, conocido como A23a, es el iceberg más grande del mundo, con un volumen de aproximadamente 1,100 kilómetros cúbicos y un espesor de 400 metros, superando en tamaño a varias ciudades importantes.
En un giro sorprendente de los acontecimientos, este imponente iceberg, en lugar de derretirse lentamente como se esperaría, se encuentra atrapado en una corriente oceánica giratoria única en el Mar de Weddell. Situado al norte de las Islas Orcadas del Sur, este coloso de hielo gira diariamente alrededor de 15 grados en sentido contrario a las agujas del reloj, en un espectáculo fascinante para la ciencia.
Este inusual fenómeno ha sido atribuido a la presencia de una corriente giratoria llamada «Columna de Taylor», la cual se origina por un remolino creado en el fondo marino debido a un relieve submarino conocido como Pirie Bank. La presencia de estos obstáculos provoca que el flujo de agua se divida, generando un vórtice que mantiene al iceberg atrapado y en constante movimiento.
El impacto de este gigantesco iceberg en rotación va más allá de lo visualmente impresionante. Mientras este coloso de hielo escapa temporalmente de su destino de fusionarse, la Antártida experimenta niveles alarmantes de pérdida de hielo marino. Estudios recientes muestran que entre 1992 y 2017, la Antártida perdió alrededor de 3 billones de toneladas de hielo, con una aceleración preocupante en los últimos años. Este derretimiento contribuye significativamente al aumento del nivel del mar a nivel mundial.
Las proyecciones actuales indican que la pérdida de la capa de hielo de la Antártida podría resultar en un aumento del nivel del mar de 0.4 mm anual a nivel global. Si la capa de hielo de la Antártida occidental colapsara por completo, las consecuencias serían devastadoras para las comunidades costeras en todo el mundo, con un potencial incremento significativo en el nivel del mar de varios metros.
Este fenómeno único y las implicaciones que conlleva ponen de manifiesto la fragilidad de los ecosistemas polares y la urgencia de abordar el cambio climático y la pérdida de hielo en la Antártida. Una llamada de atención para la ciencia y la sociedad en su conjunto, ante los impactos directos que estos cambios tienen en nuestro planeta y en las generaciones futuras.
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