El mes de septiembre marca un comienzo para muchas personas, con nuevos proyectos, propósitos y cambios de hábitos en el horizonte. Ante esta etapa de transición, es común que surja la ansiedad. De acuerdo con el psicólogo Marc Rodríguez, esta sensación puede estar relacionada con distintos motivos, como la incertidumbre, la pérdida de control, la ruptura de la rutina, las expectativas y presiones, el miedo al fracaso, la pérdida o duelo, la sobreexigencia y el desconocimiento de la próxima etapa.
La forma en que enfrentamos los cambios varía considerablemente de una persona a otra, influenciada por factores como las experiencias previas, la personalidad, la resiliencia, el apoyo social, la percepción de control, las creencias y actitudes, el contexto y las circunstancias, y el estado emocional actual.
Es importante reconocer que todo cambio conlleva pérdidas, como lo conocido, el control y la identidad, y que al reconocer estas pérdidas se facilita la aceptación del cambio, la gestión de las emociones y el crecimiento personal.
Además, es fundamental distinguir entre cambios elegidos y cambios impuestos, ya que la forma en que se percibe y experimenta un cambio depende en gran medida de si se siente control sobre la situación o si se ve forzado a adaptarse a circunstancias fuera de su control.
Para afrontar un cambio en el nuevo curso, se recomienda planificar con anticipación, hablar sobre los sentimientos, cuidar el cuerpo, establecer metas realistas, aprender a gestionar el estrés, mantener una rutina, buscar apoyo, celebrar los logros, aprender a decir no, mantener una actitud positiva, ser flexible y cuidarse a uno mismo.
En definitiva, cada cambio trae consigo un proceso de adaptación y crecimiento, y con las herramientas adecuadas y el apoyo necesario, es posible sobrellevarlos de manera positiva y constructiva en el nuevo curso que se avecina.
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