Bruce Logan, figura clave en los efectos visuales de Hollywood, ha fallecido a los 78 años, dejando un legado imborrable en la industria cinematográfica. El pionero, cuya trayectoria se extendió por más de cinco décadas, participó en producciones emblemáticas como 2001: Una odisea del espacio y Star Wars: Episodio IV – Una nueva esperanza, revolucionando la manera en que se concebían y creaban los efectos especiales.
Logan, originario de Bushey Heath, Inglaterra, inició su carrera en la cinematografía británica antes de trasladarse a Hollywood, donde colaboró con directores de renombre como Stanley Kubrick, John Huston, George Lucas y Terry Gilliam. Su habilidad para combinar innovación técnica con una visión artística singular lo convirtió en un referente para las generaciones posteriores de artistas visuales.
La influencia de su padre, Campbell Logan, director clásico de la BBC, fue fundamental en su formación. Logan siempre recordaba el consejo paterno de que “cada fotograma de una película debe ser una imagen perfecta”, un precepto que rigió su trabajo a lo largo de su exitosa carrera. Autodidacta en el ámbito de la animación, comenzó a experimentar con películas animadas desde muy joven, lo que le proporcionó una base sólida para su incursión en los efectos visuales.

Su primer trabajo de relevancia llegó con 2001: Una odisea del espacio, donde trabajó bajo la tutela de Douglas Trumbull para MGM. Logan relató en diversas entrevistas el ambiente desafiante pero enriquecedor de colaborar con Kubrick, quien exigía una precisión técnica sin precedentes en cada efecto. La experiencia le permitió dominar técnicas punteras y sentó las bases de su posterior éxito.
En 1968, Logan continuó desarrollando su expertise en Zabriskie Point, de Michelangelo Antonioni, demostrando su versatilidad y adaptabilidad a diferentes estilos visuales. Sin embargo, su nombre quedaría indeleblemente ligado a la saga Star Wars por su participación en la emblemática explosión de la Estrella de la Muerte en Una nueva esperanza. El desafío técnico planteado por Lucas –simular una explosión en el vacío espacial desde un estudio de sonido en Los Ángeles– fue superado con ingenio y creatividad.
Para lograr este efecto, Logan recurrió a una combinación de pólvora negra, limo y napalm, detonando las cargas de forma controlada y filmando la secuencia con cámaras de alta velocidad. Según sus propias palabras, el proceso requería un alto grado de precaución, recordando cómo en una ocasión tuvo que retirar napalm ardiente de su brazo.
Más allá de los efectos especiales, Logan también destacó como director de fotografía, firmando trabajos en películas como Airplane, Firefox y Tron. Su participación en esta última, una de las primeras películas de Hollywood en incorporar animación por ordenador, marcó un punto de inflexión en su carrera y en la historia del cine. Logan fue consciente del impacto de la tecnología digital, argumentando que, aunque la herramienta ha cambiado, los elementos fundamentales de la cinematografía –la narración, la actuación, la cámara y la edición– siguen siendo esenciales.
En la década de 1980, Logan dirigió el filme de acción Vendetta y produjo el videoclip Borderline de Madonna, dirigida por Mary Lambert, mostrando su versatilidad creativa fuera del ámbito de los efectos visuales. Su trayectoria profesional fue reconocida con dos premios Emmy y su membresía en instituciones prestigiosas como la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, el Gremio de Directores y la Sociedad Estadounidense de Cinematografía. La industria del cine ha perdido a un visionario cuyo legado continuará inspirando a las futuras generaciones de creadores.
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