La batalla por la vivienda: tres ciudades europeas que desafían la crisis habitacional
En algunas de las principales urbes europeas, el acceso a una vivienda digna se ha convertido en un desafío cada vez más complejo. El alza descontrolada de los alquileres, el impacto del turismo masivo y la brecha social creciente han empujado a comunidades enteras a organizarse. Desde Roma hasta Barcelona y Edimburgo, distintas iniciativas ciudadanas están marcando el camino para hacer frente a un problema que ya no puede ignorarse.
Barcelona: cuando la unión hace la fuerza
En los últimos diez años, los precios de los alquileres en España se han disparado hasta duplicarse, mientras que el parque de vivienda social apenas representa el 2,5%, una de las cifras más bajas de Europa. En este contexto, el Sindicat de Llogateres —la Unión de Inquilinos— ha logrado aglutinar a miles de personas en busca de soluciones colectivas.

"No se puede negociar con un propietario si estás solo. Pero cuando cientos de inquilinos se organizan, la balanza se equilibra", explica Carme Arcarazo, portavoz del sindicato. Una de sus estrategias más polémicas ha sido la convocatoria de una huelga de alquileres, inspirada en movimientos históricos como el de 1931. Aunque la idea genera reticencias entre quienes temen represalias, la organización insiste en la necesidad de cambiar las reglas del juego.
"El derecho a la vivienda no es un privilegio, es una necesidad básica. Y para garantizarlo, a veces hay que romper esquemas", señala Carme. Su lucha no solo se centra en renegociar contratos abusivos, sino también en combatir la privatización de viviendas sociales y en educar a la ciudadanía sobre sus derechos.
Roma: de la asistencia a la acción política
La capital italiana enfrenta una paradoja: mientras el 80% de los hogares son propietarios de sus viviendas —una tasa muy superior al promedio europeo—, miles de familias languidecen en listas de espera para acceder a un techo asequible. Un informe reciente revela que, en algunas zonas, los pisos en alquiler a corto plazo superan en número a las ofertas residenciales, con precios que rondan los 2.500 euros por un modesto apartamento de dos habitaciones.
Ante este escenario, la asociación Nonna Roma ha pasado de ofrecer ayuda alimentaria a impulsar propuestas políticas concretas. "No basta con dar soporte a quienes lo necesitan; hay que exigir cambios estructurales", afirma Sara Fiordaliso, una de sus voluntarias. Entre sus logros destacan la creación de un servicio de mediación habitacional y la presión para que el ayuntamiento active garantías públicas para inquilinos en situación vulnerable.
Pero el desafío es monumental. Con la llegada del Jubileo en 2025, la especulación inmobiliaria se ha intensificado, dejando a muchas personas sin opciones. "El problema ya no es solo económico, es de dignidad", sentencia Sara.
Edimburgo: el turismo como enemigo silencioso
En Escocia, el aumento del 94% en los alquileres de apartamentos pequeños durante la última década ha convertido la búsqueda de hogar en una odisea. La organización Living Rent ha tomado la delantera en esta batalla, combinando acción sindical con la construcción de comunidades sólidas.
"El turismo está devorando nuestra ciudad", denuncia Cameron Scally, miembro de la entidad. Festivales como el Fringe, aunque vitales para la economía local, han acelerado la conversión de viviendas en alojamientos turísticos, desplazando a residentes y encareciendo el mercado. Gracias a la presión ciudadana, Edimburgo ha implementado un impuesto turístico cuyos ingresos se destinarán a financiar vivienda social.
Pero el verdadero éxito de Living Rent radica en su capacidad para democratizar decisiones técnicas. "Las consultas sobre políticas habitacionales suelen ser opacas; nosotros las llevamos a las calles", explica Cameron. Su método: traducir el lenguaje institucional a demandas tangibles y movilizar a la ciudadanía para que su voz cuente.
Mientras Europa debate cómo frenar esta crisis, estas tres ciudades demuestran que la respuesta podría estar en la organización colectiva. La vivienda ya no es solo un derecho: es el campo de batalla donde se define el futuro de nuestras sociedades.
(Este artículo se enmarca en una serie de reportajes sobre desigualdad urbana en Europa.)

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