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Geopolítica y moda: cómo los cambios globales influyen en las tendencias africanas

El mundo de la moda no existe en un vacío. Las turbulencias políticas, las alianzas internacionales y los cambios geopolíticos repercuten en las industrias creativas, moldeando no solo las economías, sino también las expresiones culturales. Aunque pueda parecer distante, la reconfiguración del poder en África subsahariana —marcada por golpes de Estado, tensiones entre bloques occidentales y orientales, y una creciente influencia rusa y china— tiene implicaciones directas en cómo se viste el continente y cómo sus diseñadores proyectan su identidad en el escenario global.

La moda como resistencia y soft power

En países como Malí, Níger y Burkina Faso, donde los gobiernos militares han tomado el poder en los últimos años, la moda se ha convertido en una herramienta de resistencia silenciosa. Diseñadores locales emplean tejidos tradicionales como el bogolan o el kente no solo para preservar su herencia, sino también para desafiar narrativas externas. Este fenómeno no es nuevo: durante la Guerra Fría, muchos Estados africanos utilizaron la indumentaria como símbolo de no alineación, un gesto que hoy resurge frente a la pugna entre Estados Unidos, Europa y Rusia por el control estratégico de la región.

La creciente presencia china, con inversiones masivas en infraestructura, también ha permeado el sector textil. Mientras Occidente impone sanciones a regímenes golpistas, Pekín ofrece alternativas comerciales, inundando los mercados con telas asequibles que compiten con la producción artesanal. Sin embargo, esta dinámica ha impulsado a jóvenes diseñadores a reivindicar técnicas ancestrales, fusionándolas con cortes contemporáneos para captar audiencias internacionales. Colecciones como las de Lagos Fashion Week o Dakar Fashion Days reflejan esta dualidad: piezas que hablan de identidad mientras negocian su lugar en un mundo polarizado.

Democracia, crisis y creatividad

La pandemia de COVID-19 exacerbó las fracturas políticas y económicas en África, pero también aceleró la innovación. Con el colapso de las cadenas de suministro globales, emprendedores textileros en Nigeria y Kenia recurrieron a materiales locales, reduciendo la dependencia de importaciones. Marcas como Orange Culture (Nigeria) o Maki Oh han ganado reconocimiento por su enfoque sostenible, atrayendo incluso a celebridades internacionales. No obstante, la inestabilidad persistente —ejemplificada por los retrasos electorales o las protestas juveniles— mantiene al sector en un equilibrio precario.

La diáspora africana, particularmente en Europa, juega un papel crucial como puente cultural. Diseñadores como Thebe Magugu (Sudáfrica) o Rich Mnisi han logrado penetrar en las pasarelas de París y Milán, aprovechando plataformas digitales para sortear barreras diplomáticas. Su éxito demuestra que, incluso en medio de tensiones geopolíticas, la moda puede servir como un lenguaje universal de resiliencia.

El futuro: entre la incertidumbre y la oportunidad

Los expertos advierten que la inestabilidad en el Sahel y el Cuerno de África podría intensificarse en los próximos años, lo que obligará a la industria a adaptarse. La Unión Africana busca fomentar colaboraciones intracontinentales, como el Área de Libre Comercio Africana (AfCFTA), que podría impulsar el comercio textil. Sin embargo, la corrupción y la falta de infraestructura siguen siendo obstáculos.

Mientras tanto, las nuevas generaciones de creadores africanos no esperan soluciones externas. Desde tejidos fabricados con desechos plásticos en Ghana hasta estampados inspirados en movimientos sociales en Sudán, la moda en África está redefiniéndose como un acto político. En un mundo donde las fronteras entre poder y cultura son cada vez más difusas, lo que se lleva puesto nunca es solo tela: es un manifiesto.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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