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Los nacionalistas europeos inspirados en Trump fracasan en su intento de unirse

El auge del nacionalismo en Europa: ¿Unidad o fragmentación?

Desde que Donald Trump popularizó el eslogan "America First", su influencia ha traspasado fronteras, inspirando a líderes de la derecha europea a adoptar consignas similares: "Polonia primero", "Hagamos que Rumanía vuelva a ser grande" o "Albania grande otra vez". Lo que comenzó como una estrategia política doméstica en Estados Unidos se ha convertido en un movimiento transnacional, aunque lleno de contradicciones.

A simple vista, estos partidos comparten un rechazo común a la globalización, a las élites tradicionales y a las instituciones supranacionales como la Unión Europea. Sin embargo, las diferencias en políticas concretas son profundas. Mientras algunos, como el partido Ley y Justicia (PiS) de Polonia, apoyan firmemente a Ucrania frente a Rusia, otros, como el Fidesz húngaro o la Agrupación Nacional francesa, han mostrado posturas más ambiguas o incluso abiertamente contrarias a la ayuda militar.

El caso de Rumanía es particularmente ilustrativo. Durante las elecciones presidenciales de 2025, el líder del partido ultranacionalista Alianza por la Unión de Rumanos (AUR), George Simion, recibió el respaldo del primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Pero la retórica expansionista de Simion sobre una "Gran Rumanía" generó tensiones con la minoría húngara en Transilvania, demostrando cómo las reivindicaciones étnicas pueden fracturar cualquier intento de alianza internacional entre nacionalistas.

La política hacia China es otro punto de división. Mientras formaciones como la Alianza Nacional Lituana o el Vlaams Belang belga respaldan una postura dura hacia Pekín, otros, como Alternativa para Alemania (AfD) o el propio Fidesz, abogan por estrechar lazos económicos con el gigante asiático. Incluso Orbán ha llegado a afirmar que desvincularse de China sería una "línea roja", contradiciendo abiertamente la agenda del propio Trump.

Todo esto plantea una paradoja: ¿pueden los movimientos nacionalistas, que anteponen la soberanía de sus países por encima de todo, construir una alianza sólida más allá de las fronteras? Por ahora, la realidad parece indicar lo contrario. Lo que se perfila no es una fuerza cohesionada, sino una serie de movimientos paralelos que, aunque comparten un enemigo común —el orden liberal internacional—, terminan chocando entre sí por intereses nacionales encontrados.

El resultado no es una internacional unida, sino una Europa más fracturada, donde cada país avanza en direcciones distintas, amenazando los principios de cooperación que han definido al continente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Y aunque los líderes de la derecha radical celebran su ascenso como una "renacimiento", lo cierto es que el nacionalismo, por su propia naturaleza, puede ser su peor enemigo a la hora de construir algo duradero.

Este clima de fragmentación no solo redefine el mapa político europeo, sino que también podría reconfigurar las relaciones internacionales en los próximos años, dejando en evidencia que la retórica aglutinadora choca frontalmente con la realidad de los intereses nacionales.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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