Las lluvias torrenciales que azotaron la región de Cachemira, bajo administración india, desencadenaron una tragedia en la aldea remota de Chositi, donde al menos 60 personas perdieron la vida tras las inundaciones repentinas registradas el jueves. Este viernes, los equipos de rescate continuaban las labores de búsqueda en medio de terrenos anegados y caminos destruidos, según informaron autoridades locales.
La furia del agua arrasó con viviendas, puentes y carreteras, aislando a comunidades enteras y complicando el acceso de los socorristas. Las imágenes difundidas muestran un paisaje devastado: árboles arrancados de raíz, estructuras reducidas a escombros y vecinos desesperados buscando a familiares desaparecidos. Testigos relatan que el nivel del río ascendió de manera alarmante en cuestión de minutos, sin tiempo para evacuar.
Aunque las operaciones de rescate se han intensificado con el apoyo del ejército y voluntarios, las condiciones meteorológicas siguen siendo adversas. Las previsiones indican que las precipitaciones podrían persistir en los próximos días, aumentando el riesgo de nuevos desbordamientos. Mientras, los albergues temporales han comenzado a recibir a cientos de desplazados, muchos de ellos con heridas leves o en estado de shock.

Este tipo de fenómenos extremos se ha vuelto más frecuente en la zona, según expertos en climatología, que vinculan su intensificación al cambio climático. Cachemira, una región de topografía montañosa y fragilidad ecológica, suele ser escenario de desastres naturales durante la temporada de monzones, pero la magnitud de los eventos recientes ha superado las previsiones.
Las autoridades han declarado el estado de emergencia en varios distritos y solicitado ayuda internacional para afrontar la crisis humanitaria. Mientras tanto, las redes sociales se han llenado de mensajes de solidaridad y campañas para recaudar fondos, aunque la prioridad inmediata sigue siendo localizar a los desaparecidos y garantizar suministros básicos para los afectados. La incertidumbre y el dolor embarga a una región que aún recuerda tragedias similares ocurridas en la última década.

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