La industria cinematográfica israelí frente al boicot: voces críticas y contradicciones
Desde el 8 de septiembre, un grupo de profesionales del cine ha rechazado públicamente colaborar con instituciones israelíes, acusándolas de estar vinculadas a lo que consideran un "genocidio y apartheid contra el pueblo palestino". En apenas dos días, la lista de adherentes superó las 4.000 firmas, incluyendo nombres destacados como Joaquin Phoenix, Emma Stone y la directora Ava DuVernay, entre otros ganadores de premios Oscar, Emmy y Palma de Oro.
Sin embargo, dentro de Israel, las reacciones no se han hecho esperar. Líderes del sector audiovisual local califican el movimiento de "contraproducente" y argumentan que, paradójicamente, perjudica a quienes dentro del país han sido más críticos con las políticas gubernamentales. "Durante décadas, los creadores israelíes hemos retratado la complejidad de nuestra realidad, incluso con sensibilidad hacia la causa palestina", afirmó Nadav Ben Simon, presidente del gremio de guionistas israelíes.

El conflicto ya ha escalado a declaraciones conjuntas. Representantes de la Asociación de Directores y del Foro de Documentalistas de Israel subrayaron que numerosas producciones locales han abordado la crisis palestina desde un enfoque crítico y equilibrado. Merav Etrog Bar y Lior Elefant destacaron, además, la difícil posición de los artistas: "Nos debatimos entre la censura interna y el aislamiento internacional".
Un punto controvertido es la selectividad del boicot. Tzvi Gottlieb, director de la Asociación de Productores de Cine y Televisión de Israel, señaló que no se han visto posturas similares contra industrias como la rusa —por la guerra en Ucrania— o la china —por las acusaciones contra los uigures—. "Los israelíes somos el blanco fácil", lamentó.
A nivel práctico, el boicot afecta a festivales, salas de cine y productoras que reciben apoyo estatal, lo que para algunos resulta contradictorio. "En Israel, como en otros países, el arte crítico con el gobierno a menudo se financia con fondos públicos", explicó Gottlieb, comparándolo con casos como el de la BBC en Reino Unido.
Liat Benasuly, productora de Fauda —la serie de Netflix que aborda el conflicto palestino-israelí—, expresó su frustración: "Soy de izquierda y rechazo a este gobierno, pero silenciarnos solo les beneficia a ellos". Su testimonio refleja una tensión creciente: mientras los firmantes del boicot buscan presionar, parte de la industria israelí ve en esa medida un obstáculo para el cambio que promueven desde dentro.
La polarización sigue abierta, con un sector cultural atrapado entre el activismo global y las dinámicas locales. ¿Puede el arte ser un puente en medio del conflicto, o el boicot terminará ahogando las voces que pretende amplificar? La discusión, sin duda, continuará en los créditos de la próxima película.
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