En un paisaje urbano donde la búsqueda de un piso de alquiler puede generar un estrés abrumador, la idea de interactuar con un casero humano ya parece una quimera. Sin embargo, en un paso más hacia la despersonalización, ciertos propietarios en Estados Unidos han optado por delegar esa tarea a inteligencias artificiales.
Según un artículo reciente del New York Times, algunos administradores de propiedades han implementado chatbots de IA para gestionar las consultas e incluso las quejas de los inquilinos. Este enfoque, aparentemente eficiente desde el punto de vista administrativo, plantea interrogantes éticos y prácticos que trascienden la mera agilización de trámites.
Detrás de esta innovación se encuentran empresas como EliseAI, con sede en Nueva York, que ofrece servicios a propietarios de aproximadamente 2,5 millones de apartamentos en todo Estados Unidos. Estos bots, que pueden interactuar con los inquilinos de diversas formas, desde mensajes de texto hasta instrucciones por voz, representan un ahorro económico significativo para el sector inmobiliario.
Un ejemplo notable es Jason Busboom, administrador de un extenso complejo de apartamentos en Dallas, quien ha delegado gran parte de las tareas de gestión a IA. Desde responder preguntas de potenciales inquilinos hasta recordar a los morosos sus obligaciones de pago, estos bots desempeñan roles variados con «personalidades» adaptadas a cada situación.
Sin embargo, las implicaciones más profundas de esta tendencia plantean cuestiones sobre la transparencia y la responsabilidad. ¿Qué sucede cuando un chatbot comete un error o proporciona información inexacta? ¿Quién asume la responsabilidad en estos casos? Estas cuestiones éticas se vuelven aún más acuciantes cuando los inquilinos pueden creer erróneamente que están interactuando con un ser humano.
El uso generalizado de IA para la gestión de propiedades no solo plantea dudas en el ámbito inmobiliario, sino que también refleja una tendencia más amplia hacia la automatización en diversos sectores. Desde la fijación algorítmica de precios en el mercado inmobiliario hasta la implementación de chatbots en servicios públicos, la presencia de la IA en la vida cotidiana plantea desafíos éticos y prácticos que requieren reflexión y regulación adecuada.
En un mundo donde los chatbots pueden llegar a desempeñar roles tan diversos como atender consultas ciudadanas o gestionar propiedades, la supervisión de estas inteligencias artificiales se convierte en un imperativo. Sin embargo, la idea de que los propios chatbots supervisen a sus contrapartes plantea una paradoja que refleja la complejidad de un futuro donde lo artificial y lo humano se entrelazan de formas inesperadas.
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