Tras un fin de semana de intensas lluvias en los Pirineos, los efectos fueron devastadores. Con más de 250 litros por metro cuadrado acumulados, los ríos se desbordaron y hubo importantes desprendimientos que causaron estragos en la región. Además, se reportaron desalojos en diversas zonas de Aragón y Cataluña debido a la magnitud del evento.
Según diversos investigadores y la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), este tipo de eventos extremos se están volviendo cada vez más comunes, siendo considerados como la «nueva normalidad». Raúl Rejón y Ariadna Martínez de elDiario.es señalan que en los últimos 50 años, la intensidad de las lluvias fuertes se ha multiplicado por 4.5, lo que indica un cambio significativo en el clima.
Un estudio realizado por el Instituto Politécnico de Cataluña reveló que las precipitaciones han aumentado de manera significativa, tanto en intensidad como en frecuencia, registrando un incremento del 360% desde 1971. Estos datos son alarmantes y sugieren una tendencia preocupante hacia eventos climáticos más extremos.
Peio Oria Iriarte, de AEMET, ha advertido que las condiciones que favorecen lluvias intensas y torrenciales en el Mediterráneo español están en aumento, lo que coincide con el aumento de la desertificación en ciertas regiones. La sequía y la degradación de los suelos agravan el impacto de las fuertes lluvias en la economía, la sociedad y el medio ambiente.
A pesar de que las precipitaciones anuales no han disminuido significativamente en la última década, el aumento de las temperaturas promedio está afectando la disponibilidad de humedad en el suelo. Esto hace que incluso con una infraestructura preparada, las fuertes lluvias puedan causar problemas significativos.
El meteorólogo Emilio Rey ha señalado la importancia de estar preparados para eventos climáticos extremos, que ocurren con cierta recurrencia a lo largo del tiempo. A menudo, la falta de memoria meteorológica de la población y los gobiernos puede llevar a una falta de preparación ante estos sucesos.
Es crucial que se comience a pensar en el futuro y se revise la infraestructura física y de comunicaciones para hacer frente a los desafíos que plantea el cambio climático. Los eventos recientes son un recordatorio de la importancia de estar preparados y tomar medidas proactivas para mitigar los impactos de fenómenos naturales cada vez más intensos y frecuentes.
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