El archipiélago filipino se encuentra entre los países más propensos a sufrir desastres naturales en el mundo, y esta vulnerabilidad se ve exacerbada por el cambio climático. Expertos afirman que con el calentamiento de los mares en el sudeste asiático, se están presentando fenómenos climáticos extremos cada vez más intensos.
De acuerdo con el Índice Mundial de Riesgo, Filipinas ocupa el primer lugar a nivel global en vulnerabilidad y exposición a eventos extremos de la naturaleza. Sin embargo, esta vulnerabilidad no es ampliamente conocida fuera de la región. Es por eso que la labor de la ONU en el país, encabezada por el Coordinador Residente, Gustavo González, se enfoca en fortalecer la capacidad de preparación y respuesta ante desastres.
La estrategia implementada por la ONU en Filipinas se basa en invertir en la construcción de resiliencia, es decir, en mejorar las capacidades nacionales y locales para hacer frente, adaptarse y recuperarse de los eventos climáticos extremos. Este enfoque se ve reflejado en un proverbio filipino muy popular que dice: «cuando la manta es corta, aprende a doblarla».
Además, la labor de la ONU en el país se adapta a las diferencias regionales, reconociendo que cada comunidad tiene necesidades específicas. Se destaca la importancia de valorar el conocimiento local, las habilidades y activos que una comunidad puede aportar en la respuesta a un desastre natural. Este enfoque representa un cambio de paradigma en la respuesta humanitaria de la ONU.
La construcción de resiliencia y la preparación siguen siendo la forma más efectiva y económica de abordar los desastres naturales en Filipinas. Un ejemplo concreto es el proyecto respaldado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y ONU-Hábitat en la provincia de Albay, donde las comunidades aprenden a utilizar drones de última generación para mapear áreas propensas a desastres y así prever y mitigar impactos negativos.
Por otro lado, la colaboración de las comunidades locales es fundamental en la preparación y mitigación de los efectos de fenómenos climáticos extremos. Mientras las comunidades se empoderan para actuar y planificar ante desastres, la ONU trabaja en conjunto con el gobierno y otros socios para coordinar una respuesta internacional ante posibles eventos catastróficos.
En un contexto donde la exposición a desastres y la vulnerabilidad al cambio climático son recurrentes, los filipinos han cultivado un sentido único de resiliencia. La actitud de «salvar vidas» se ha extendido ampliamente en las comunidades locales, demostrando que, a pesar de los desafíos, siempre hay esperanza.
Este enfoque integrado y colaborativo entre la ONU, el gobierno y las comunidades locales, demuestra la importancia de una respuesta holística y anticipada ante los desastres naturales que enfrenta Filipinas. La inversión en la prevención no solo reduce los costos de reconstrucción, sino que también fortalece la capacidad de las comunidades para hacer frente a futuros desafíos climáticos.
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