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Europa debate el constitucionalismo oligárquico desde sus entrañas

La Moda en la Era del Oligarquismo: ¿Cómo el Poder Económico Moldea las Tendencias?

Mientras Europa debate su futuro político y social, un fenómeno menos visible pero igualmente transformador se extiende al mundo de la moda: la creciente influencia de las élites económicas en la industria. Más allá de las pasarelas y los diseños exclusivos, el sector enfrenta un cambio estructural que refleja las desigualdades sociales y la concentración de poder en manos de unos pocos.

En los últimos años, conglomerados como LVMH y Kering han ampliado su dominio, consolidando marcas icónicas bajo un mismo paraguas corporativo. Esta concentración no solo redefine el mercado, sino que también impone una visión estandarizada del lujo, donde la creatividad queda supeditada a los balances financieros. La moda, históricamente un vehículo de expresión individual, se convierte así en un instrumento de status para una élite cada vez más reducida.

Pero el problema va más allá de los monopolios. Las estrategias fiscales agresivas de estas empresas —con sedes en paraísos fiscales como Luxemburgo o Irlanda— permiten evadir responsabilidades tributarias mientras se benefician de subsidios públicos. Un informe reciente señala que grandes firmas reciben millones en ayudas europeas destinadas supuestamente a pymes y diseñadores emergentes, exacerbando la desigualdad en un sector ya de por sí polarizado.

La narrativa pública tampoco escapa a este control. Medios influyentes, muchos propiedad de magnates con intereses en la moda, promueven discursos que glorifican el consumo elitista mientras minimizan las críticas hacia prácticas laborales cuestionables. Campañas de greenwashing o la explotación de talleres en países con mano de obra barata son enmascaradas bajo etiquetas de sostenibilidad y artesanía.

Sin embargo, hay resistencias. Nuevas voces desde la moda independiente y el movimiento slow fashion desafían este modelo, reivindicando transparencia y equidad. Colectivos de diseñadores exigen regulaciones que limiten el poder de los gigantes del lujo y protejan la diversidad creativa.

La pregunta que queda es si la moda, como tantos otros ámbitos, terminará siendo solo otro reflejo de un sistema donde el dinero dicta las reglas. O si, por el contrario, lográ mantener su esencia como espacio de libertad e innovación. La respuesta no está en los desfiles, sino en la capacidad de la sociedad para exigir un cambio.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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