La Scuderia Ferrari recibe esta semana la sétima carrera del campeonato mundial de Fórmula 1 en Imola, muy cerca de su base histórica en Maranello. En este contexto tan emblemático, se plantea inevitablemente una pregunta que hace pocos años habría parecido absurda: ¿volverá a ganar Lewis Hamilton?
El piloto británico, el más laureado en los 75 años de historia de la Fórmula 1 con 105 victorias, se encuentra inmerso en un periodo de sequía que contrasta notablemente con su trayectoria previa. Aunque en el pasado ya experimentó un bache notable de 56 carreras sin subir a lo alto del podio, la transición a Ferrari no ha revertido la tendencia. Desde su llegada a la escudería italiana, acumula 16 grandes premios sin victorias, sumando un total de solo dos triunfos en sus últimas 75 participaciones, ambos con su anterior equipo.
Este prolongado lapso sin triunfos para un piloto que, entre 2007 y 2021, promedió casi siete victorias por temporada, es un reflejo de las dificultades actuales. Hamilton ha expresado públicamente su frustración, aludiendo a fines de semana en los que se ha sentido «perdido» y carente de «comodidad» con el coche. Ha llegado incluso a hablar de «bajo rendimiento personal», a pesar de reconocer el potencial del monoplaza, demostrado por su compañero de equipo, Charles Leclerc, quien parece haberse adaptado mejor a las características del SF-25.

La historia del automovilismo de élite está plagada de ejemplos de grandes figuras que, llegado cierto punto, vieron cómo cesaba su racha ganadora. Veteranos del paddock y figuras retiradas señalan la dificultad intrínseca de este proceso: aplicar los mismos métodos y la misma experiencia que antaño garantizaban el éxito, solo para constatar resultados dispares o negativos. Es un fenómeno que, como han reconocido campeones de diversas disciplinas del motor, impacta profundamente en la dimensión psicológica del piloto, generando una notoria autoduda y poniendo a prueba la que denominan la «chispa» competitiva.
La adaptación a una nueva estructura de equipo representa un desafío mayúsculo, incluso para un talento de la talla de Hamilton. El compañero de equipo, establecido desde hace años en Maranello, posee un conocimiento orgánico de los sistemas y la cultura interna que un recién llegado, por experimentado que sea, necesita tiempo para asimilar plenamente. Paralelamente, la propia Scuderia atraviesa su particular proceso de evolución, buscando la fórmula para volver a la cima tras años de dominio de equipos rivales.
La mirada de muchos en el paddock ya se proyecta hacia 2026. La entrada en vigor de una nueva generación de monoplazas, más ligeros y con aerodinámica revisada, se presenta como una suerte de «botón de reinicio» para la parrilla. Para Hamilton, este cambio normativo podría ser crucial. La ambición al unirse a Ferrari es clara: emular a Michael Schumacher, ser el salvador que devuelva el título mundial a Maranello, un logro que se resiste desde Kimi Räikkönen en 2007 a pesar de los intentos de otros grandes campeones como Fernando Alonso, quien, a sus 43 años, sigue compitiendo, mostrando que la creencia en la victoria puede mantenerse.
La posibilidad de que Hamilton vuelva a saborear el champagne del podio no solo aliviaría la presión actual, sino que representaría una validación inmensa, especialmente si se logra con un equipo que, como Ferrari, está en un proceso de reconstrucción o, en el caso de un futuro triunfo post-2026, capitalizando un nuevo reglamento. Figuras que han conseguido victorias con equipos considerados «underdogs» resaltan la satisfacción única de demostrar que el talento individual puede elevar a una estructura entera.
Si Ferrari logra estar a la altura de las expectativas para 2026, y Hamilton encuentra la sinergia perfecta con el equipo y el nuevo monoplaza, su retorno al escalón más alto del podio no sería un mero triunfo, sino una de las narrativas más fascinantes de la historia reciente del automovilismo: la de un campeón que, tras una prolongada sequía con la escudería más mítica, desafía la naturaleza misma, que dicta que, un día, ganar simplemente se detiene. Pero la respuesta definitiva a la pregunta inicial depende, inexorablemente, de que la mítica Scuderia consiga conjugar todos los elementos en los próximos años.

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