La inteligencia artificial generativa (GenAI) ha irrumpido en el escenario tecnológico de forma imponente, revolucionando la manera en que interactuamos con la tecnología. Actualmente, millones de personas hacen uso de ChatGPT, una aplicación desarrollada por OpenAI que utiliza modelos de lenguaje avanzados para responder a las consultas de los usuarios de manera casi instantánea. Este proceso aparentemente mágico, en realidad, es el resultado de un proceso sumamente complejo que implica la recopilación masiva de datos, el entrenamiento de modelos de IA y procesos de inferencia.
Las empresas que sustentan estas aplicaciones GenAI cuentan con potentes centros de datos que requieren una cantidad significativa de recursos para funcionar. Estos centros de datos, equipados con las últimas tecnologías de procesamiento como la NVIDIA H100, consumen una cantidad considerable de energía y agua en sus operaciones. A pesar de la dificultad para estimar exactamente cuántos recursos se utilizan, diversos informes apuntan a que el consumo de agua de estos centros de datos ha aumentado en los últimos años de manera significativa.
El vínculo entre el uso de la IA y el consumo de agua no es algo trivial. Empresas como Microsoft, que respaldan productos como ChatGPT, han visto un incremento del 34% en su consumo mundial de agua desde el lanzamiento de estas tecnologías. De manera similar, Google ha experimentado un aumento del 20% en su consumo de agua durante el mismo período, coincidiendo con el auge de la inteligencia artificial.
Investigaciones realizadas por la Universidad de California revelan que una simple consulta en ChatGPT, como la redacción de un correo electrónico de 100 palabras, puede traducirse en un consumo de aproximadamente 519ml de agua. Este dato arroja luz sobre el impacto ambiental que tienen las operaciones de los centros de datos en el suministro de agua, un recurso cada vez más escaso y crucial.
Ante estas cifras alarmantes, empresas tecnológicas como Microsoft y Google han tomado medidas innovadoras para abordar el problema. Desde sumergir centros de datos en el fondo del océano hasta buscar ubicaciones geográficas con menor escasez de agua, se están explorando diversas estrategias para mitigar el impacto ambiental de la IA en el consumo de recursos.
En un panorama en constante evolución, donde la inteligencia artificial continúa avanzando a pasos agigantados, es fundamental considerar el impacto medioambiental de estas tecnologías y buscar soluciones sostenibles que equilibren el desarrollo tecnológico con la preservación de nuestros recursos naturales. La industria de la IA está en un punto de inflexión donde la innovación y la responsabilidad ambiental deben ir de la mano para garantizar un futuro sostenible.
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