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Israel intensifica su ofensiva en Gaza mientras aumentan las acusaciones de genocidio

El genocidio israelí en Gaza: Una destrucción sistemática más allá de los bombardeos

El conflicto en Gaza ha escalado a niveles que múltiples organismos internacionales, incluidos Amnistía Internacional y relatores especiales de la ONU, califican como genocidio. Las acciones de Israel en el territorio palestino no se limitan a ataques militares: constituyen una estrategia metódica para borrar la vida, la cultura y la memoria de un pueblo. Según la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (1948), estos actos comprenden la aniquilación deliberada de un grupo nacional, étnico o religioso. Gaza es hoy el escenario de este crimen en múltiples dimensiones.

La masacre de civiles, especialmente niños, es uno de los aspectos más visibles. Para junio de 2025, más de 50.000 palestinos habían perdido la vida, la mitad de ellos menores de edad. Organizaciones como UNICEF y Save the Children describen a Gaza como "el lugar más peligroso del mundo para un niño", donde las secuelas físicas y psicológicas son devastadoras. Los testimonios de familias bajo los escombros coexisten con la destrucción calculada de hospitales como Al-Shifa o Al-Aqsa, cuyas unidades de cuidados intensivos y salas de neonatología fueron reducidas a ruinas. La Organización Mundial de la Salud confirmó que, para 2024, el 70% de la infraestructura sanitaria había quedado inservible.

Pero el genocidio no opera únicamente mediante bombas. La estrategia israelí incluye la asfixia de las condiciones básicas para la supervivencia. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Gaza está sepultada bajo 39 millones de toneladas de escombros tras la demolición de viviendas, escuelas, mezquitas y sistemas de agua potable. Los campos agrícolas han sido envenenados, los acuíferos contaminados y las redes de alcantarillado colapsadas, creando las condiciones para epidemias y hambruna. Este no es un daño colateral, sino un plan diseñado para hacer el territorio inhabitable.

La guerra se libra también en el ámbito digital. Más del 50% de las telecomunicaciones en Gaza han sido destruidas, según el grupo de derechos digitales 7amleh. Los apagones recurrentes, combinados con la escasez de combustible, impiden no solo la comunicación entre familias, sino también la coordinación de ayuda humanitaria. Médicos sin conexión, rescates entorpecidos y testimonios silenciados: esto es lo que algunos académicos denominan genocidio cibernético, una táctica para controlar la narrativa y ocultar crímenes.

Simultáneamente, Israel ha emprendido la erradicación simbólica de la identidad palestina. Universidades como la Islámica de Gaza o Al-Azhar, bibliotecas y medios de comunicación han sido bombardeados, borrando no solo vidas sino también la historia y el futuro intelectual de un pueblo. Este genocidio cultural busca extinguir cualquier rastro de memoria colectiva, reforzado por campañas de desinformación que minimizan el sufrimiento palestino en redes sociales.

Paradójicamente, mientras Gaza se desmorona, Israel y sus aliados escenifican gestos de ayuda humanitaria. El proyecto del muelle flotante, impulsado por Estados Unidos y la UE en 2024, fue promocionado como un salvavidas, pero solo operó 25 días sin aliviar el bloqueo terrestre. Mientras tanto, la Fundación Humanitaria de Gaza, controlada por Israel, decide qué alimentos entran y cuáles no, convirtiendo la ayuda en un arma más. Familias mueren de hambre a pocos metros de almacenes repletos de víveres.

El plan "Gaza 2035" revela el horizonte final de esta estrategia: la reingeniería del territorio como un enclave tecnocrático, despojado de su población originaria. Con promotores que imaginan ciudades "modernas", corredores comerciales hacia Arabia Saudí (NEOM) y zonas administradas por capital privado, el proyecto evidencia que el genocidio no solo mata personas, sino que las reemplaza.

Ante esta maquinaria de destrucción, la resistencia palestina persiste. Médicos operan sin electricidad, ingenieros reparan redes de comunicación con recursos mínimos, y artistas documentan la tragedia. Pero la solidaridad global no puede limitarse a declaraciones. Exige presión legal, el cese del comercio de armas y el rechazo a planes de "reconstrucción" que negocien con el exilio forzado. Gaza no lucha solo por sobrevivir: lucha por decidir su futuro.

Con información de informes de la ONU, Amnistía Internacional y organizaciones de derechos humanos locales.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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