La influencia de Gregg Popovich en el panorama de la NBA trasciende las estadísticas y los campeonatos. Su reciente decisión de retirarse como entrenador principal de los San Antonio Spurs, para concentrarse en su rol de presidente de operaciones de baloncesto, marca el fin de una era notable. Con 29 temporadas al frente del equipo texano, Popovich deja un legado cincelado no solo en victorias y el desarrollo de jugadores de talla mundial, sino también en una cultura organizacional replicada a lo largo y ancho de la liga.
El impacto de Popovich se hace palpable en múltiples frentes. Fue un pionero en la implementación estratégica del descanso a los jugadores, una práctica que inicialmente generó controversia pero que con el tiempo se ha convertido en norma, evolucionando en lo que hoy se conoce como «gestión de carga». Esta visión, orientada a prolongar la vida útil de las carreras de los atletas y asegurar su rendimiento óptimo en los momentos cruciales, demuestra una comprensión avanzada de la fisiología y el baloncesto de alto nivel.
Asimismo, la expansión global del talento en la NBA debe gran parte de su auge a la audacia de Popovich y los Spurs. Mucho antes de que fuera una estrategia común, el equipo de San Antonio invirtió de manera significativa en el scouteo internacional. Descubrimientos como Manu Ginóbili y Tony Parker, seleccionados en posiciones tardías del draft pero que se convirtieron en pilares de múltiples campeonatos, reconfiguraron la perspectiva de la liga sobre el talento fuera de Estados Unidos. Esta apuesta por la diversidad y el talento global es un reflejo de la mente abierta y visionaria de Popovich, un interés que ha confesado tener desde sus inicios en el deporte. En la actualidad, la presencia de jugadores internacionales en la NBA es más fuerte que nunca, con nombres como Nikola Jokic, Shai Gilgeous-Alexander y Giannis Antetokounmpo dominando la conversación por el MVP, y el fenómeno Victor Wembanyama en los propios Spurs, reafirmando esta tendencia iniciada por el entrenador.

La «Academia Popovich» es otro testimonio de su influencia. Decenas de entrenadores y ejecutivos con raíces en la organización de San Antonio ocupan puestos clave en equipos de toda la NBA. Steve Kerr en Golden State, Ime Udoka en Houston, Quin Snyder en Atlanta, Doc Rivers en Milwaukee, y gerentes generales como Sam Presti en Oklahoma City y Sean Marks en Brooklyn, son solo algunos ejemplos de una red de conocimiento y principios que emana directamente de su tutela. Este «bosque» de discípulos es quizás uno de los legados más perdurables de Popovich, una manifestación de su capacidad para formar líderes y diseminar su filosofía baloncestística y vital.
Más allá de las tácticas y la gestión de talento, Popovich ha sido una voz destacada en temas sociales y raciales, utilizando su plataforma para alentar el diálogo y promover la empatía. Aunque su imagen pública a menudo proyecta un persona dura y confrontacional, aquellos que lo conocen de cerca, como el propio Draymond Green, describen una persona de profunda calidad humana, genuinamente preocupada por el bienestar de los demás y con una capacidad única para conectar con individuos de diversos orígenes. Esta faceta de su personalidad, su disposición a hablar abierta y honestamente sobre asuntos importantes, ha sido una fuente de inspiración para una nueva generación de atletas y entrenadores.
Su relación con otras figuras destacadas del baloncesto, como el ex entrenador de Team USA Mike Krzyzewski, subraya la profundidad de su impacto. A pesar de trayectorias paralelas, con orígenes modestos, experiencias en academias militares y un historial de éxito sostenido, Popovich y Krzyzewski no forjaron una relación cercana hasta las etapas finales de sus carreras, particularmente en el contexto del baloncesto internacional. La eventual colaboración y el respeto mutuo entre estos dos gigantes del deporte, evidenciado en la consecución del oro olímpico para Team USA en Tokio 2021 bajo la dirección de Popovich, refleja la capacidad de este último para unir y liderar, incluso en los escenarios de mayor presión.
La partida de Popovich del banquillo, aunque no de la organización a la que ha dedicado gran parte de su vida, marca el fin de un ciclo. Su legado no se limita a los cinco campeonatos de la NBA ganados o a las innumerables victorias. Consiste en la cultura que construyó, los jugadores y entrenadores que formó, la visión global que impulsó y la integridad con la que abordó tanto el deporte como los desafíos sociales. Gregg Popovich ha sido un agente de cambio, un innovador y un líder que ha dejado una marca imborrable en el baloncesto profesional.

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