Un 26 de octubre de 2015, la cantante española Zahara escribió en un tweet: «Y si todo sale mal, volveré a cortarme el pelo». Tan solo recibió cuatro comentarios, pero 108 usuarios le dieron «me gusta» a la publicación, y 72 lo republicaron en sus perfiles entendiendo, perfectamente, qué significaba aquella frase en la que la compositora se fijó de una pintada que encontró en los baños del antiguo pub madrileño Costello.
El post no necesitaba mucha explicación, porque, ¿quién no se ha sometido a un cambio de look antes de empezar una nueva etapa? ¿Quién no, mejor dicho, lo ha empleado como excusa para instaurarla? Si los salones de belleza hablaran, cada cambio de look drástico relataría un capítulo, a menudo dramático, a punto de cerrarse: una ruptura sentimental, un cambio de trabajo, o un enfado, pueden ser tan solo algunos.
Cuando nos encontramos estables y contentos dentro de esa estabilidad tratamos de hacer todo lo posible para que esa situación perdure, ahí no hay lugar para ningún cambio intencionado. Todo lo que pueda alterarnos será un obstáculo a evitar. En cambio, cuando transitamos por un momento arduo, o sentimos la necesidad de que debemos tomar otra dirección, buscamos un impulso que nos empuje a probar otro camino. Y, en muchos casos, lo provocamos. Puede ser cortándonos bastante el pelo, pintándonos las uñas, cambiando los muebles del hogar, o luciendo un vestido que nunca antes habríamos imaginado llevar.
Casos públicos que evidencien que muchos recurrimos a estos comportamientos con un fin emocional hay muchos. Basta con recordar uno de los momentos más escandalosos de Britney Spears, aquel de 2007 en el que apareció con la cabeza completamente rapada sobre el que escribió, años después en su libro, The Woman in me, confesando que se había tratado de un acto de rebeldía contra los estereotipos de belleza que todo el mundo quería que ella siguiera. También, hace poco Hiba Abouk publicaba una fotografía suya en Instagram con su melena rosa y escribía: «En la espiritualidad el rosa es comúnmente asociado con el amor incondicional, la compasión y la empatía. Representa la energía del corazón y la conexión con los demás a un nivel profundo. Siempre quise teñirme el pelo de rosa, pero ahora más que nunca».
Por otro motivo completamente diferente, Aitana Ocaña, tras cesar su relación con el actor Miguel Bernardeau, dejó atrás su melena larga y se dio un tijeretazo notable. Ana de Armas hizo lo mismo al separarse de Ben Affleck, y Megan Fox, incluso, se tiñó el pelo de rojo. Un color que también prometió lucir el futbolista de la Selección Española, Marc Cucurella tras haber ganado la Eurocopa 2024. ¡Y que ha cumplido!
Hay muchas posibles explicaciones para que adoptemos estos patrones. La experta en salud mental así nos lo cuenta: «Como decíamos, es frecuente utilizarlos como símbolo de un nuevo comienzo o un intento de renovación, por ejemplo tras una ruptura, o tras un proceso de autoconocimiento en el que descubrimos otras caras de nosotros mismos. También hay quienes recurren a estos cambios como una forma de expresión emocional para expresar lo que están sintiendo de manera no verbal. Incluso, hay para quienes pueden ser una forma fácil de cubrir una necesidad de cambio, ya que es más fácil cambiar el color de tus uñas que cambiar de trabajo o pareja. De hecho, aquellos cambios que parecen más ingenuos, también esconden tras de sí un motivo.
Creer que estos cambios ayudarán nuestro bienestar puede ser beneficioso para nuestra salud mental, sobre todo, a corto plazo. Sentimos un poco de alivio, y en situaciones complicadas, podemos aferrarnos a la creencia de que, haciéndolo, nos quitamos pesos de encima, como si los problemas se fueran al mismo tiempo que se producen esos cambios. Pero más allá de esta visión superficial, hay más: «Pueden mejorar la percepción de uno mismo y aumentar la confianza debido a, en parte, al ‘efecto halo’, es decir, a sentirse bien con la propia apariencia puede llevar a una mejora general en el estado de ánimo y en la interacción social. También se ha comprobado que un entorno ordenado y estéticamente agradable promueve la sensación de calma y reduce la ansiedad. Eso sí, debemos tener cuidado. Utilizar cualquier cambio como excusa para iniciar una nueva etapa, trasladar a los demás algo que no somos capaces de decir, o tratar de vernos mejor nunca debe ser algo que actúe como terapia.
«No debemos recurrir a ello cada vez que nos veamos sobrepasados y necesitemos reiniciar o sentirnos mejor. El trasfondo de ese malestar continuará dentro, y esto tan solo actuará de parche. «Lo que para alguien puede ser una estrategia efectiva para manejar el estrés y la ansiedad, porque le proporciona una sensación de control, o una herramienta de expresión emocional y/o de autocuidado, en otros casos puede ser una forma de tapar una necesidad real de cambio. Aunque temporalmente haya una sensación de mejora y bienestar, la causa subyacente del estrés permanece», afirma la especialista.
Antes de tomar una decisión que no tenga vuelta atrás, es mejor que nos demos un tiempo para meditarlo. Si lo hacemos desde un lugar empedrado, es decir, seguros de lo que vamos a hacer y sin que sea una elección pensada en caliente, entonces no habrá problema de ver si nos funciona. En el caso contrario, y para evitar posibles males y dramas que puedan surgir a raíz de nuestros actos precipitados, es mejor que esperemos un tiempo. Siempre que el malestar sea acentuado, eso sí, lo más correcto será acudir a un experto en salud mental que nos ayude a encontrar e implementar las herramientas necesarias para superar ese bache, y cualquier otro que esté por venir.
GIPHY App Key not set. Please check settings