Un reciente estudio dirigido por investigadores del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA ha revelado tendencias preocupantes en los ecosistemas cercanos al Círculo Polar Ártico: la tundra y el bosque boreal o taiga. Aunque habitualmente asociamos el cambio climático con el calor y la sequía, sus impactos son variados y extensos en todo el mundo.
Los bosques boreales, presentes entre las latitudes 50° y 60° en países como Canadá, Rusia, Alaska y Escandinavia, albergan árboles perennes como pinos, abetos y diversas coníferas. Sin embargo, la expansión de este ecosistema hacia el norte se ve limitada por el permafrost, un suelo helado que solo permite el crecimiento de arbustos, hierbas y musgos, diferenciándose así de la tundra.
El estudio observó cambios significativos en las transiciones entre la tundra y el bosque boreal, confirmando la tendencia de un aumento en el número de árboles y arbustos más al norte, en áreas antes dominadas por la tundra y en bosques de transición. Esta tendencia se proyecta a continuar durante las próximas décadas, al menos hasta finales de siglo.
Utilizando datos de la misión Landsat y el satélite ICESat-2, con instrumentos basados en lidar para medir la altura del suelo, el equipo de expertos pudo generar modelos bioclimáticos que predicen escenarios futuros. Según Paul Montesano, líder del estudio, los datos satelitales han permitido rastrear el crecimiento de la vegetación en este bioma desde 1984, mostrando similitudes con las proyecciones de los modelos computacionales para las próximas décadas.
Estos cambios pueden tener consecuencias climáticas difíciles de predecir debido a fuerzas opuestas. Si bien el aumento en la vegetación ayuda a reabsorber parte de las emisiones de CO2, limitando el cambio climático, también oscurece la superficie, absorbiendo más luz solar y acelerando el derretimiento del permafrost, liberando gases de efecto invernadero como el metano y potenciando el cambio climático.
No solo el Ártico enfrenta este dilema, ya que regiones como el Sahel, en la frontera sur del Sahara, también experimentan cambios vegetativos bajo la influencia del cambio climático. Aunque estos efectos puedan parecer positivos, podrían desencadenar impactos negativos como la destrucción de hábitats de diversas especies.
En palabras de Melanie Frost, coautora del estudio, «nuestro clima está cambiando y afecta todo en la naturaleza». Es crucial que los científicos comprendan estos cambios para mejorar modelos climáticos y abordar los desafíos que el cambio climático plantea a la biodiversidad y los ecosistemas del planeta.
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