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Las cumbres globales excluyen a las voces que prometen representar

En los círculos de la moda, la conversación sobre sostenibilidad y diversidad ha tomado un protagonismo innegable en los últimos años. Sin embargo, mientras las pasarelas y los foros internacionales se llenan de discursos sobre inclusión, surge una pregunta incómoda: ¿realmente estamos escuchando a todas las voces que deberían ser parte de este diálogo?

Lejos de los focos de las capitales europeas o norteamericanas, donde se celebran la mayoría de los eventos de la industria, diseñadores y artesanos de regiones como África, América Latina o el sudeste asiático enfrentan barreras invisibles pero infranqueables. Visados denegados, costos prohibitivos de participación y una infraestructura que privilegia a quienes ya tienen acceso son solo algunos de los obstáculos que impiden su participación en eventos que, paradójicamente, promueven la diversidad como bandera.

Un ejemplo claro es la Semana de la Moda de París o Milán, donde las marcas occidentales dominan los calendarios, mientras que talentos emergentes de otras latitudes deben superar un laberinto burocrático para incluso tener la oportunidad de presentar sus colecciones. Según datos recopilados por organizaciones del sector, más del 60% de los diseñadores de países no occidentales que solicitan visados para asistir a estos eventos enfrentan rechazos o retrasos que les impiden participar.

Esta exclusión no solo limita las carreras individuales, sino que empobrece la propia industria. Las técnicas ancestrales de tejido en Guatemala, los tintes naturales utilizados en India o las innovaciones en materiales sostenibles desarrolladas en Kenia rara vez llegan a los grandes foros donde se discute el futuro de la moda. En su lugar, son reducidas a anécdotas exóticas en paneles donde los expertos occidentales dictan las tendencias.

Algunas iniciativas empiezan a romper este molde. Ferias como ARISE Fashion Week en Lagos o Guatemala Fashion Week están redefiniendo el mapa de la moda, llevando la conversación a territorios tradicionalmente marginados. Estas plataformas no solo facilitan la participación local, sino que también atraen a compradores y prensa internacional, demostrando que el talento no tiene fronteras.

Sin embargo, el cambio real requerirá más que eventos alternativos. Las grandes casas organizadoras deben replantearse sus criterios de acceso, cubrir los costos logísticos para participantes de economías emergentes y, sobre todo, reconocer que la verdadera innovación a menudo surge fuera de los circuitos tradicionales.

La moda se enorgullece de ser un reflejo de la sociedad. Si quiere ser realmente global, debe empezar por abrir las puertas a quienes hoy siguen esperando afuera.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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