Wimbledon: ¿Error humano o fallo técnico? La polémica del sistema de repetición electrónica
La introducción de la tecnología en el deporte suele prometer precisión y justicia, pero el torneo de Wimbledon ha demostrado que incluso los sistemas más avanzados no son infalibles. Este año, el All England Club decidió prescindir de los jueces de línea tradicionales, confiando en un sistema de llamada electrónica. Sin embargo, un error evidente durante un partido ha generado polémica, y la explicación oficial —un "error humano"— ha dejado más preguntas que respuestas.
El incidente ocurrió en un momento clave del encuentro, cuando la pelota cayó claramente fuera de los límites, pero el sistema falló al no marcarlo. Frente a la evidencia visual, los organizadores del torneo atribuyeron el fallo no a un defecto técnico, sino a una manipulación incorrecta por parte del personal. ¿Cómo es posible que un sistema diseñado para eliminar la subjetividad humana dependa, al final, de la intervención de las personas?

Expertos en tecnología deportiva han señalado que, aunque los sistemas automatizados reducen los errores, su eficacia depende de una calibración y supervisión impecables. En este caso, la falta de sincronización entre el software y los operadores podría haber sido el detonante. Por otro lado, algunos jugadores y entrenadores han expresado su preocupación: si el sistema no es completamente autónomo, ¿no era preferible mantener a los jueces de línea, cuya experiencia permite evaluar situaciones complejas en tiempo real?
Este debate no es nuevo. Otros torneos, como el Abierto de Australia o el US Open, han implementado tecnologías similares con éxito, pero siempre con margen para revisiones manuales. Wimbledon, sin embargo, optó por un cambio más radical al eliminar por completo la figura del juez de línea. La decisión, aplaudida inicialmente por su modernidad, ahora enfrenta un escrutinio severo.
Mientras los aficionados discuten en redes sociales y los especialistas analizan el fallo, el torneo continúa su marcha. Pero lo que debería haber sido un avance irreversible hacia la perfección técnica se ha convertido en un recordatorio: incluso en la era digital, el factor humano sigue siendo indispensable. La pregunta que queda en el aire es si Wimbledon reconsiderará su apuesta tecnológica o si, por el contrario, asumirá estos errores como un precio inevitable del progreso.

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