La paradoja como estrategia: cómo el poder se ejerce en la era de la contradicción
En un mundo donde la verdad y la falsedad coexisten sin fricción, donde los Estados proclaman paz mientras despliegan tanques y firman tratados que luego ignoran, la moda —como reflejo de lo social— no escapa a esta lógica de doble estándar. Las pasarelas y las estrategias geopolíticas comparten algo más de lo que parece: ambas operan en un terreno donde la contradicción no es un error, sino un recurso calculado. Observadores especializados señalan que, al igual que en la política internacional, la industria de la moda ha normalizado la disonancia entre discurso y práctica: marcas que promueven sostenibilidad con una mano mientras perpetúan modelos de sobreproducción con la otra, o diseñadores que claman inclusividad en campañas publicitarias cuyos desfiles siguen homogenizando cuerpos.
Expertos en teoría de la comunicación apuntan que esta «disonancia geopolítica», concepto acuñado recientemente en círculos académicos, encuentra un paralelismo inquietante en el sector textil. Un informe de 2023 reveló que el 68% de las firmas de lujo europeas incluyen cláusulas de ética ambiental en sus contratos, pero solo el 12% audita a sus subcontratistas en Asia. La brecha no sería fruto del descuido, sino de una estrategia consciente: mantener narrativas opuestas permite captar mercados diversos sin comprometer ganancias.

Pero hay más. Algunas consultoras de tendencias advierten que esta práctica está mutando. Lo que antes era incoherencia ahora se diseña como «ambiguëdad táctica»: colecciones «veganas» con cueros alternativos producidos en fábricas contaminantes, o cápsulas «feministas» confeccionadas por talleres que explotan mano de obra femenina. El fenómeno recuerda a lo que analistas internacionales denominan «hiperrealismo»: llevar un principio al extremo hasta vaciarlo de contenido.
¿Cómo se sostiene esta contradicción? Estudios de consumo muestran que el público premia la narrativa más que la acción concreta. Una investigación del Instituto Europeo de Moda Sustentable demostró que el 73% de los compradores prefiere marcas con campañas ecológicas aunque no verifiquen su cadena de suministro. «El relato se convierte en un atajo moral: nos vestimos con la idea, no con la realidad», explica la socióloga Clara Mendoza.
A diferencia de otros sectores, donde las incongruencias generan crisis reputacionales, en la moda esta dualidad parece reforzar el mito. Los mismos consumidores que exigen transparencia crean tendencias como el «dopamine dressing» —usar colores vibrantes para enmascarar la ansiedad—, replicando a escala individual lo que las marcas hacen a nivel corporativo: disfrazar contradicciones con brillo.
Mientras tanto, think tanks especializados en geopolítica advierten que estas dinámicas rebasan lo empresarial. Las semanas de la moda en Milán o París replican la «diplomacia del desfile», donde países como China o Rusia utilizan diseñadores para proyectar soft power, aunque sus políticas internas contradigan los valores que esas pasarelas celebran. La asimetría no es fortuita. Según el geopolítico André Duval, «vestimos narrativas como quien firma tratados: sabiendo que el texto es solo la mitad de la historia».
Quizá por eso, nuevas voces en el sector proponen ir más allá de criticar la hipocresía. «Necesitamos herramientas para medir la brecha entre lo dicho y lo hecho», plantea el exdirector creativo de una casa italiana, hoy consultor en ética textil. Su propuesta: un índice que califique la coherencia de las marcas, semejante a los modelos que evalúan la disonancia geopolítica entre discursos y acciones estatales. Un intento por traducir al lenguaje de la moda lo que algunos llaman ya «la era del doble código».
Mientras el mundo navega entre verdades paralelas, la moda —como espejo de lo social— sigue confeccionando prendas con dos hilos: uno visible que teje el relato, otro oculto que sostiene lo real. La pregunta que queda es si los consumidores seguirán comprando la fábula, o si, como en política internacional, llegará el día en que exijan que las costuras coincidan con el diseño.

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