El Cáucaso Sur tras el declive de Moscú: una oportunidad histórica para la paz
El equilibro geopolítico en el Cáucaso Sur está experimentando una transformación sin precedentes. Las tensiones entre Rusia y Azerbaiyán, otrora aliados estratégicos, marcan un punto de inflexión en una región históricamente dominada por el Kremlin. El fracaso de Moscú para mantener su influencia en esta zona, agravado por su desgaste militar en Ucrania, ha abierto una ventana única para la reconciliación entre Armenia y Azerbaiyán, dos naciones enfrentadas durante décadas.
Azerbaiyán, respaldado por aliados clave como Turquía e Israel, ha demostrado una resistencia inusual frente a las presiones rusas. Su victoria en la Segunda Guerra de Karabaj en 2020 y su control sobre los recursos energéticos le han permitido consolidarse como el actor más fuerte de la región. A diferencia de otros países postsoviéticos, Baku ha logrado reducir su dependencia de Moscú, incluso reclamando territorios que Rusia pretendía controlar indefinidamente bajo el pretexto de misiones de paz.

Por su parte, Armenia, tradicionalmente alineada con el Kremlin, ha iniciado un giro hacia Occidente bajo el liderazgo del primer ministro Nikol Pashinián. Aunque Rusia mantiene tropas en su territorio, la sociedad armenia empieza a cuestionar su papel como aliado, especialmente después de que Moscú no interviniera decisivamente durante el conflicto de 2020. Este distanciamiento ha impulsado a Ereván a buscar acuerdos directos con Bakú, como las negociaciones celebradas en Abu Dabi en julio de 2025, donde ambos países avanzaron hacia un tratado de paz sin intermediación rusa.
El Corredor de Zangezur, una ruta estratégica que conecta Azerbaiyán con su enclave de Najicheván, simboliza esta nueva etapa. Mientras Rusia lo veía como un instrumento de control, ahora podría convertirse en un eje de cooperación regional, facilitando la integración económica entre Armenia, Azerbaiyán y Turquía. Los recientes diálogos trilaterales en Washington, convocados por el gobierno estadounidense, refuerzan esta tendencia, aunque el Kremlin intenta sabotear el proceso apoyando a grupos opositores en Armenia.
Sin embargo, las maniobras de Moscú parecen tener cada vez menos efecto. La ciudadanía armenia, hastiada de ser un peón en los juegos de poder rusos, apoya mayoritariamente a Pashinián. Mientras, Azerbaiyán, con una posición fortalecida, evita caer en provocaciones. La clave ahora radica en el respaldo internacional: la UE y EE.UU. deben aprovechar este momento frágil pero esperanzador para fomentar la estabilidad, lejos de imposiciones externas.
El Cáucaso Sur se encuentra ante una encrucijada histórica. Si Armenia y Azerbaiyán logran superar décadas de desconfianza, la región podría, por primera vez, escribir su futuro sin sombras imperiales. La paz no será fácil, pero las bases están puestas.

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