El esposo de Kristin Cabot urge por sellar los documentos de divorcio

El divorcio de Kristin Cabot: entre el escándalo y la privacidad

La polémica en torno a Kristin Cabot, exejecutiva de Astronomer, y su aparición en un polémico Kiss Cam durante un concierto de Coldplay ha dado un nuevo giro: su marido, Andrew Cabot, ha solicitado judicialmente que los detalles de su divorcio permanezcan bajo secreto. La petición, presentada el pasado agosto en Portsmouth, Estados Unidos, busca proteger la intimidad de la familia tras el revuelo mediático causado por el incidente.

El momento que desencadenó la crisis ocurrió el 16 de julio, cuando las cámaras del estadio enfocaron a Kristin y a su entonces jefe, Andy Byron, en un abrazo íntimo. La reacción de ambos, cubriéndose el rostro al darse cuenta de que eran filmados, no hizo más que avivar las especulaciones sobre una posible relación extramatrimonial. El propio Chris Martin, líder de Coldplay, bromeó aquella noche: "O están teniendo un affair o son extremadamente tímidos". El vídeo se viralizó rápidamente y derivó en la renuncia de ambos a sus cargos en Astronomer.

Andrew Cabot ha argumentado que sellar los documentos del divorcio es esencial para salvaguardar el bienestar de sus hijos y evitar mayor exposición mediática. Según fuentes cercanas al caso, existe un acuerdo mutuo entre los cónyuges para manejar el proceso de manera discreta, incluso explorando vías como la mediación. No obstante, las redes sociales han sido menos clementes. Julia Byron, exesposa de Andrew, declaró sin tapujos: "Solo le importa el dinero… No es una buena persona", en referencia a lo que sería su tercer divorcio.

Mientras, el tribunal evalúa la solicitud de confidencialidad, la opinión pública se divide entre quienes exigen respeto a la vida privada y quienes ven en el episodio un acto de justicia poética. La noticia ha reabierto debates sobre los límites entre el escándalo público y el derecho a la intimidad, especialmente cuando figuras profesionales se ven envueltas en controversias personales.

El caso sigue generando repercusiones, tanto legales como sociales, en un momento donde la frontera entre lo privado y lo viral parece más difusa que nunca.

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