El mundo de la moda está en constante evolución, y este año no ha sido la excepción. Las pasarelas de las principales capitales han dejado claro que la sostenibilidad y la nostalgia de los años 90 están marcando tendencia, pero con un giro contemporáneo.
Uno de los materiales que ha cobrado protagonismo es el cáñamo, consolidándose como una alternativa ética y de bajo impacto ambiental. Marcas reconocidas han comenzado a incorporarlo en colecciones que van desde prendas casual hasta diseños de alta costura. Este tejido, además de ser resistente, reduce significativamente el consumo de agua en su producción, una ventaja clave en un contexto de creciente concienciación ecológica.
Pero no todo es minimalismo responsable. La moda urbana ha rescatado elementos icónicos de la década de los 90, como los estampados animal print y las siluetas sobre-dimensionadas. Las camisas de cuadros anudadas a la cintura y los pantalones cargo, antes relegados al olvido, han regresado con fuerza, adaptándose a un público que busca comodidad sin sacrificar estilo.

En cuanto al calzado, los sneakers siguen liderando las preferencias, aunque con variaciones. Los modelos chunky y las zapatillas con suelas gruesas, inspiradas en los años 2000, compiten ahora con diseños más depurados y tecnológicos. La personalización también juega un papel importante, con marcas que ofrecen opciones para modificar colores y texturas al gusto del consumidor.
El accesorio estrella de la temporada es, sin duda, el bolso mini: pequeñas piezas que desafían la practicidad pero se alzan como símbolo de elegancia. Por otro lado, la bisutería oversized, especialmente collares y aretes, completa los looks con un toque audaz.
Expertos del sector señalan que estas tendencias reflejan un equilibrio entre el respeto al medioambiente y el deseo de autorepresentación a través de la moda. La apuesta por tejidos sostenibles no está reñida con la creatividad, y la reinvención de estilos pasados demuestra que la nostalgia puede ser un recurso infinito para la innovación.
Mientras las marcas se adaptan a las demandas de un consumidor cada vez más exigente, una cosa queda clara: la moda sigue siendo un lenguaje en constante transformación, donde lo vintage y lo vanguardista conviven en perfecta armonía.

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