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Europa del Este se divide entre autoritarismo y búsqueda de integración.

La desaparición de Angelika Melnikova, una activista política bielorrusa exiliada en Polonia, ha generado gran preocupación entre la oposición bielorrusa. Melnikova, quien fue presidenta del Consejo de Coordinación, una especie de proto-parlamento establecido por el movimiento democrático de Bielorrusia después de las elecciones fraudulentas de 2020, fue vista por última vez el 25 de marzo, Día de la Independencia de Bielorrusia.

A pesar de que su paradero es desconocido, se cree que Melnikova podría haber sido secuestrada por servicios de inteligencia bielorrusos o rusos. Su caso recuerda el del periodista independiente Raman Pratasevich, quien fue secuestrado en 2021 y ahora trabaja para el régimen de Lukashenka.

Mientras tanto, en Moldavia, la gobernadora de Gagauzia, Evghenia Guțul, fue arrestada el 25 de marzo en el aeropuerto de Chisinau. Las autoridades moldavas la acusan de colaborar con el oligarca fugitivo Ilon Shor, quien fue el principal patrocinador de una operación de compra de votos que empañó las elecciones presidenciales de Moldavia el otoño pasado.

El caso de Guțul pone de relieve la influencia rusa en Moldavia y la lucha del país contra la injinterferencia extranjera en sus asuntos internos. Con las elecciones parlamentarias moldavas a punto de celebrarse, la detención de Guțul envía un mensaje claro de que las autoridades moldavas están determinadas a tomar medidas enérgicas contra la influencia rusa.

En Bielorrusia, la desaparición de Melnikova es un recordatorio de que el régimen de Lukashenka sigue siendo muy peligroso para cualquiera que se oponga abiertamente a él. A pesar de que Melnikova se exiliara en Polonia, su caso muestra que la emigración no garantiza la seguridad para aquellos que se oponen al régimen.

La comunidad internacional sigue de cerca estos acontecimientos en Bielorrusia y Moldavia, dos países que se enfrentan a desafíos políticos y de seguridad importantes en un contexto geopolítico complejo.

En este sentido, es fundamental que la comunidad internacional siga presionando al régimen de Lukashenka para que respete los derechos humanos y la democracia en Bielorrusia. Al mismo tiempo, Moldavia debe seguir fortaleciendo sus instituciones y su resistencia a la influencia extranjera para garantizar su estabilidad y seguridad en un entorno regional cada vez más incierto.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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