El Festival Internacional de Cine de Karlovy Vary ha sido testigo de una de sus ediciones más emotivas y arriesgadas, coronando a Better Go Mad in the Wild, del director Miro Remo, con el Gran Premio Globo de Cristal. La cinta, descrita como "un retrato excéntrico de la libertad", sigue a dos hermanos gemelos que desafían las convenciones sociales desde su granja abandonada. El jurado destacó su enfoque innovador, comparándolo con "un soplo de aire fresco en un mundo cada vez más estandarizado". Con una narrativa que oscila entre lo documental y lo ficcional, la película explora la locura como una forma de lucidez, un tema que ha resonado entre críticos y espectadores.
En un gesto que refleja el compromiso del festival con el cine de autor, el premio especial del jurado recayó en Bidad (Outcry), del iraní Soheil Beiraghi. La historia, centrada en una joven desafía las prohibiciones de su país al cantar en público, fue elogiada por su audacia narrativa y su energía punk. La organización retrasó el anuncio del galardón para garantizar la seguridad del equipo, un recordatorio de los riesgos que enfrentan algunos cineastas. La película, que mezcla el thriller social con el melodrama, culmina en un final ambiguo pero esperanzador, subrayando la resistencia del espíritu humano.
La categoría de dirección estuvo marcada por la sorpresa, con dos premios ex aequo. Vytautas Katkus, conocido por su trabajo como director de fotografía, debutó con The Visitor, un ensayo visual sobre la soledad que dejó impresionado al jurado por su originalidad. Por su parte, Nathan Ambrosioni, con Out of Love, demostró una madurez inusual para su edad al retratar las complejidades familiares con un elenco intergeneracional. Ambos filmes, aunque distintos en estilo, comparten una sensibilidad poco convencional que redefine los límites del cine contemporáneo.

El actor Àlex Brendemühl recibió el premio a mejor interpretación masculina por When a River Becomes the Sea, un drama crudo sobre violencia sexual, mientras que Pia Tjelta fue reconocida por su papel en Don’t Call Me Mama, donde interpreta a una mujer atrapada en una relación política tóxica. Kateřina Falbrová, por su parte, obtuvo una mención especial por Broken Voices, un relato conmovedor sobre abuso sexual que ha generado un intenso debate.
La sección Proxima, dedicada a cineastas emergentes, premió Sand City, del bangladesí Mahde Hasan, una obra onírica que retrata la vida en una metrópolis inhóspita. El largometraje fue descrito como "un mapa tembloroso de lo extraño y lo íntimo". Mientras, Forensics, de Federico Atehortúa Arteaga, exploró el tema de los desaparecidos a través de un lenguaje visual poético, ganando el premio especial del jurado.
En paralelo, el drama Rebuilding, protagonizado por Josh O’Connor, obtuvo el Gran Premio del Jurado Ecuménico por su reflexión sobre la resiliencia tras un incendio forestal. Cinema Jazireh, de la directora turca Gözde Kural, recibió una mención por su retrato de una mujer afgana bajo el régimen talibán.
El cierre del festival estuvo marcado por un homenaje al fallecido presidente del evento, Jiří Bartoška, y un concierto de la banda británica La Roux, fusionando luto y celebración en una noche que dejó claro por qué Karlovy Vary sigue siendo el epicentro del cine independiente en Europa Central.
«

GIPHY App Key not set. Please check settings