Piloto improvisado vuela un Fiat a velocidades récord con motor de avión.

En 1924, surgió un automóvil que dejó una huella indeleble en la historia del automovilismo: el Fiat SB4 Corsa, conocido por muchos como una verdadera bestia sobre ruedas. Este vehículo, equipado con un motor de avión, desató la velocidad y la adrenalina en las pistas de aquel entonces, marcando un hito en la industria automotriz.

La leyenda de este vehículo demoníaco, apodado Mefistófeles en alusión a uno de los demonios de la mitología alemana, fue forjada por Ernesto Eldridge, un intrépido piloto británico con un objetivo claro: ser el más rápido del mundo. Para lograr este cometido, Eldridge tuvo la osadía de montar un motor de avión en un automóvil, creando así una máquina única y poderosa.

A pesar de que el diseño del Fiat SB4 puede tener más de medio siglo de antigüedad, aún impresiona por su buen estado y funcionamiento impecable. Este vehículo alcanzó la impresionante velocidad máxima de 234,98 km/h en 1924, convirtiéndose en el protagonista indiscutible de las carreras de la época.

La hazaña de Eldridge y su Mefistófeles no fue solo una cuestión de velocidad, sino también de audacia y determinación. Este piloto, que había servido como conductor de ambulancia durante la Primera Guerra Mundial, encontró en el mundo de la aviación y las carreras su verdadera pasión, lo que lo llevó a construir su propio automóvil a partir del chasis del Fiat SB4 Corsa.

El corazón de esta bestia era un motor de avión Fiat de seis cilindros y más de 21.000 centímetros cúbicos, modificado para adaptarse a las exigencias de las pistas. Con una potencia de 350 caballos de fuerza, el Mefistófeles rugía en las carreteras británicas, desafiando a cualquier rival que se le cruzara en el camino.

La historia de Mefistófeles alcanzó su punto culminante en una competencia contra el francés René Thomas, campeón de las 500 Millas de Indianápolis, en la que Eldridge logró establecer un nuevo récord de velocidad. Sin embargo, la controversia rodeó este logro, ya que Thomas cuestionó la validez del mismo por la falta de un dispositivo inverso en el vehículo.

A pesar de los desafíos y las disputas, Eldridge volvió a la carga y consiguió superar su propio récord, alcanzando la increíble velocidad de 234,98 km/h, marcando así un hito en la historia del automovilismo. Esta hazaña significó no solo la consagración de Mefistófeles como una leyenda sobre ruedas, sino también el fin de las pruebas en carreteras abiertas por motivos de seguridad.

La historia de este automóvil demoníaco perdura en el tiempo como un recordatorio de la pasión, el coraje y la innovación que impulsaron a los pioneros del automovilismo a desafiar los límites de la velocidad y la tecnología. Mefistófeles, con su rugido infernal, se convirtió en un símbolo de la audacia y la determinación de aquellos que persiguen sus sueños a toda velocidad.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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