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Turquía redefine su estrategia en Siria más allá del neootomanismo

La nueva estrategia turca en Siria: realismo político frente al mito del neo-otomanismo

La reciente caída del régimen de Bashar al-Assad en Siria ha reavivado un debate recurrente: la supuesta ambición neo-otomana de Turquía. Sin embargo, un análisis detallado de las acciones de Ankara revela que su política exterior está guiada por intereses estratégicos concretos más que por nostalgias imperiales. El discurso del presidente Recep Tayyip Erdoğan, aunque cargado de retórica proteccionista hacia las poblaciones musulmanas, no debe confundirse con la realidad de una agenda basada en la Realpolitik.

El término «neo-otomanismo», acuñado en gran medida por analistas occidentales, carece de una definición clara y ha sido utilizado de manera imprecisa para etiquetar cualquier iniciativa turca que se aleje de los intereses euroatlánticos. En Turquía, sin embargo, este concepto rara vez se emplea en los círculos de política exterior. La ambigüedad terminológica ha obstaculizado una evaluación objetiva de los motivos detrás de la creciente influencia de Ankara en la región, particularmente en Siria.

Tras la desintegración del gobierno de Assad, muchos esperaban que Turquía asumiera un papel protagónico en la reconfiguración del país. No obstante, la rapidez con que colapsó el régimen tomó por sorpresa incluso a los actores más cercanos al conflicto. El nuevo presidente sirio, Ahmed al-Sharaa, ha optado por un enfoque pragmático, buscando alianzas diversificadas que incluyen a Turquía pero también a potencias europeas y estados del Golfo. Este equilibrio refleja la complejidad de gobernar un país fracturado y rodeado de vecinos inestables.

Uno de los pilares de la estrategia turca en Siria ha sido su colaboración en la reorganización de las fuerzas de seguridad. Damasco solicitó directamente el apoyo de Ankara para capacitar a sus nuevos oficiales, una tarea para la que Turquía era, dadas las circunstancias, la opción más viable. Estados Unidos, Rusia o Irán resultaban políticamente inviables, mientras que los estados árabes carecían de la experiencia necesaria. Este tipo de cooperación, lejos de responder a un proyecto expansionista, obedece a cálculos de seguridad nacional.

El factor kurdo en el norte de Siria es otro elemento frecuentemente citado como prueba del supuesto neo-otomanismo turco. Sin embargo, las acciones de Ankara en esta zona están motivadas por preocupaciones legítimas de seguridad, especialmente ante los vínculos entre las Unidades de Protección Popular (YPG) y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), considerado organización terrorista por Turquía. La disposición de Ankara a respaldar soluciones políticas que integren a estas milicias en las estructuras del Estado sirio—siempre que rompan con el PKK—demuestra un enfoque más pragmático que ideológico.

Las relaciones de Turquía con Rusia son otro termómetro de su política realista. A pesar de mantener vínculos económicos con Moscú, Ankara ha trabajado activamente para contener la influencia rusa en Siria, Libia y el Cáucaso. Esta dualidad—cooperar donde convergen los intereses y resistir donde chocan—es característica de una diplomacia basada en criterios de utilidad más que en alianzas ideológicas.

Históricamente, Turquía ha oscilado entre el equilibrio estratégico y la alineación temporal con potencias dominantes. Durante la Guerra Fría, su posición geopolítica la ató al bloque occidental, pero su tradición se remonta a la diplomacia flexible del Imperio Otomano, que supo alternar alianzas con potencias cristianas y musulmanas según sus necesidades. Hoy, en un escenario multipolar, Ankara retoma ese legado para maximizar su autonomía.

La estabilidad en Siria—y en la región en general—dependerá de que los actores internacionales entiendan esta lógica. Reducir la política exterior turca a estereotipos históricos no solo distorsiona su naturaleza, sino que dificulta el diálogo necesario para abordar conflictos complejos. En un mundo cada vez más fragmentado, el pragmatismo de Ankara podría ser, irónicamente, una de las claves para la coexistencia.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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