El Camino Ignaciano: Una Ruta de Fe y Tradición que Perdura Gracias a la Dedicación de un Jesuita
En el corazón del País Vasco, un sendero histórico sigue vivo gracias a la incansable labor de un sacerdote jesuita que ha dedicado su vida a preservar el legado espiritual de San Ignacio de Loyola. Se trata del Camino Ignaciano, una ruta de peregrinación que, aunque menos conocida que el Camino de Santiago, atrae cada año a cientos de viajeros en busca de reflexión y tradición.
El itinerario, de aproximadamente 650 kilómetros, recrea el viaje que el santo realizó en 1522 desde su localidad natal, Azpeitia, hasta Manresa, donde comenzó a escribir sus Ejercicios Espirituales. A diferencia de otras rutas religiosas, este camino destaca por su enfoque en la introspección y el autoconocimiento, principios fundamentales de la espiritualidad ignaciana.

Lo que hace especialmente relevante este recorrido es el trabajo del padre Joseba Arregi, un jesuita que lleva más de dos décadas promoviendo y manteniendo viva la ruta. Desde la señalización de los senderos hasta la organización de albergues para peregrinos, su esfuerzo ha sido clave para que el Camino Ignaciano no caiga en el olvido. "No se trata solo de caminar, sino de reencontrarse con uno mismo", explica el religioso, quien insiste en que la experiencia va más allá del aspecto físico.
La ruta atraviesa paisajes diversos—desde los verdes valles vascos hasta las áridas tierras de Aragón—, ofreciendo a los caminantes una combinación única de naturaleza, historia y espiritualidad. Además, incluye paradas en lugares emblemáticos como el Santuario de Loyola o la cueva de Manresa, donde el santo pasó meses en aislamiento.
Aunque el número de peregrinos aún no iguala al del Camino de Santiago, el interés ha crecido en los últimos años, especialmente entre personas que buscan una alternativa menos masificada pero igualmente enriquecedora. Según datos de la asociación que gestiona la ruta, en 2023 se registraron cerca de 2.000 caminantes, un aumento significativo respecto a años anteriores.
Para quienes quieran emprender este viaje, se recomienda planificar el recorrido en etapas de entre 20 y 25 kilómetros, con opciones de alojamiento en monasterios y albergues gestionados por comunidades religiosas. También existe una credencial oficial, similar a la compostelana, que certifica la realización del camino.
En un mundo cada vez más acelerado, el Camino Ignaciano se erige como un refugio de silencio y sentido, mantenido en pie por la dedicación de quienes, como el padre Arregi, creen que algunas tradiciones merecen seguir vivas.

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