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Vince Vaughn protagoniza el debut cinematográfico de Nic Pizzolatto

En el universo del cine independiente, la ópera prima de Nic Pizzolatto, Easy’s Waltz, llega con una propuesta que combina nostalgia y un ritmo deliberadamente pausado. Tras su éxito con True Detective, Pizzolatto se aleja de los oscuros giros psicológicos para adentrarse en un retrato de personajes que, aunque carente de tensión, mantiene un peculiar encanto. Protagonizada por Vince Vaughn, la película se presenta como un estudio de personajes más cercano al slow cinema que al thriller, aunque no logra evitar ciertos desequilibrios en su ejecución.

Vaughn interpreta a Easy, un cantante de clubes nocturnos en Vegas que sobrevive entre actuaciones modestas y la sombra de un pasado estancado. Su hermano, Sam (Simon Rex), un vividor con planes efímeros, intenta gestionar su carrera mientras teje enredos secundarios. La dinámica entre ambos refleja una melancolía urbana, pero es la aparición de Al Pacino como Mickey Albano, un veterano de la escena local, la que inyecta un destello de interés. Pacino, con su habitual magnetismo, encarna a un personaje que parece sacado de una era dorada, aunque el guion no siempre le permite brillar.

La película evade los clímax dramáticos convencionales, optando por un tono contemplativo que, en ocasiones, roza la languidez. La banda sonora, con versiones lentas de éxitos pop como I Wanna Dance With Somebody, busca profundidad emocional, aunque resulta discordante con la supuesta fama viral de Easy en la trama. Vaughn demuestra sus habilidades vocales, aunque su personaje dista de ser convincente como una estrella en ascenso, un detalle que la narrativa pasa por alto.

El reparto, no obstante, salva el proyecto. Kate Mara aporta calidez en un rol limitado, mientras que Rex confirma su versatilidad en papeles indie. Steenburgen, en cambio, cae en una caricatura de madre disfuncional, un tropo que desentona con el resto del elenco. Técnicamente, el filme peca de rudimentario: escenas de clubes vacías de ambientación y un sonido que parece de rodaje amateur restan credibilidad.

Easy’s Waltz se erige como un ejercicio de estilo irregular, un tributo a un Las Vegas de otra época que, aunque bien intencionado, no termina de conectar. Para los seguidores de Pizzolatto, será una curiosidad; para el espectador casual, un paseo discreto que se esfuma sin dejar huella. Su estreno en el Festival de Toronto dejó claro que, más que un baile, es un susurro.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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