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Vestido de portavoz de Trump desata debate sobre influencia cultural en China.

La reciente escalada de tensiones comerciales entre Estados Unidos y China ha encontrado un inesperado epicentro en el vestuario de Karoline Leavitt, la secretaria de prensa de la Casa Blanca. Una fotografía de la funcionaria luciendo un vestido rojo con detalles en negro ha desatado una oleada de comentarios y análisis en las redes sociales, particularmente en China, revelando la compleja interdependencia económica entre ambas naciones.

El revuelo comenzó cuando Zhang Zhishen, un alto representante diplomático chino, publicó la imagen del vestido en la plataforma X (anteriormente Twitter), acompañado de capturas de pantalla de usuarios de la red social china Weibo. Estos usuarios afirmaron que el encaje del vestido fue producido en una fábrica ubicada en Mabu, una ciudad china conocida por su industria textil. La publicación de Zhang incluyó una reflexión irónica sobre la situación: «Acusar a China es un negocio. Comprar a China es la vida».

Esta controversia se produce en un contexto de crecientes aranceles impuestos por ambas partes. La administración de Donald Trump ha implementado aranceles de hasta el 145% sobre productos chinos, lo que ha provocado una respuesta recíproca por parte de las autoridades chinas, elevando los aranceles a las importaciones estadounidenses hasta el 125%. Este intercambio de medidas proteccionistas amenaza con profundizar la guerra comercial y afectar a diversas industrias en ambos países.

La situación también ha coincidido con una tendencia viral en TikTok, donde usuarios están mostrando la omnipresencia de la producción china en la industria del lujo. Videos que revelan el interior de fábricas chinas y detallan su ubicación están circulando ampliamente, animando a los consumidores a comprar directamente de los fabricantes. Este fenómeno pone de manifiesto la realidad de que China se ha consolidado como el mayor fabricante y exportador de prendas de vestir y accesorios a nivel mundial, con más de 13.800 empresas dedicadas a este sector.

Susan Scafidi, fundadora del Fashion Law Institute en la Facultad de Derecho de la Universidad de Fordham, señala que la polémica del vestido de Leavitt no es más que un síntoma de un debate más amplio. Según Scafidi, los alegatos sobre la producción china en la industria de la moda, aunque a menudo exagerados, contienen una base de verdad. En este sentido, propone que la propia Leavitt podría responder a la controversia mostrando su vestuario del revés, exhibiendo las etiquetas de «Hecho en EE.UU.» si es que las tuviera.

No obstante, Scafidi se muestra pesimista sobre la posibilidad de una rápida resolución a la guerra comercial o de una mejora en la situación financiera de las empresas de moda estadounidenses y los consumidores.

Por su parte, Minh-ha Pham, profesora de medios digitales en el Instituto Pratt, argumenta que el incidente pone de manifiesto una falta de comprensión de la administración estadounidense sobre la economía global. Pham subraya la interconexión de los mercados y la larga historia de políticas comerciales estadounidenses que han contribuido a convertir a China en la «fábrica del mundo». Añade que no debería sorprender que la ropa de Leavitt, al igual que muchos otros productos que utiliza, se fabrique en China.

La profesora Pham enfatiza que la imposición de aranceles, especialmente a países asiáticos y a China, ignora esta realidad económica. La controversia del vestido de Karoline Leavitt, por tanto, se convierte en un símbolo de la complejidad de las relaciones comerciales globales y la dificultad de desvincularse de las cadenas de suministro internacionales.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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