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Coldplay suspende su Kiss Cam tras escándalo que provoca renuncia de ejecutiva

Un beso en pantalla gigante que costó dos carreras: el escándalo que obligó a dimitir a ejecutivos de Astronomer

Lo que comenzó como una noche de música y diversión en el concierto de Coldplay en Massachusetts terminó convirtiéndose en un dolor de cabeza corporativo. El pasado 16 de julio, Chris Martin hizo una broma inocente sobre una pareja que intentaba esquivar la temida kiss cam —la cámara que proyecta imágenes de parejas besándose— sin imaginar que su comentario desencadenaría un incendio mediático. La pareja en cuestión no eran simples espectadores, sino Kristin Cabot, directora de Recursos Humanos de Astronomer, y Andy Byron, entonces CEO de la empresa de análisis de datos.

La viralidad del momento tuvo consecuencias inmediatas. En cuestión de días, usuarios de redes sociales identificaron a los protagonistas, vinculándolos con la firma neoyorquina y exponiendo detalles de su vida privada. La presión pública llevó a medidas drásticas: Byron anunció su dimisión después de ser suspendido, y Cabot siguió sus pasos horas después. La página web de Astronomer eliminó cualquier rastro de ambos ejecutivos, mientras el consejo de administración intentaba contener un escándalo que, según el CEO interino, Pete DeJoy, les había convertido en "un nombre conocido, aunque por razones equivocadas".

Pero el impacto no se limitó al ámbito profesional. La pareja, así como familiares y compañeros de trabajo, se vieron arrastrados a un torbellino de acoso virtual. Incluso una colega de Astronomer fue falsamente señalada como "la otra mujer", demostrando cómo estos episodios pueden salirse de control. Grace Springer, la asistente al concierto que grabó el momento, reconoció sentir cierto remordimiento: "Por un lado, lamento haber trastornado sus vidas, pero si te expones, asumes las consecuencias", declaró en redes.

El caso reabre el debate sobre los límites entre la rendición de cuentas y el escarnio público. Autoras como Kat Rosenfield critican lo que considera "deporte sangriento digital", una tendencia a destruir reputaciones en tiempo récord. Mientras tanto, Astronomer trata de pasar página, aunque pocos olvidarán cómo un instante de descuido bajo los focos aceleró la caída de dos altos directivos.

En un mundo donde la privacidad es cada vez más frágil, el incidente sirve como advertencia: hasta un gesto íntimo en un concierto puede convertirse en la noticia del día. La pregunta que queda es si las empresas, y la sociedad, están preparadas para gestionar el coste humano de la exposición viral.

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Escrito por Redacción - El Semanal

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